En esta
segunda parte de la oración, “no nos
metas en tentación, mas líbranos del mal”, estaremos viendo que Jesús nos
enseña que debemos pedir por ser librado del poder del maligno, que quiere
matar, robar y destruirnos. El enemigo va a atacar, y hacer todo lo posible
para influir en nosotros, hasta llegar a dominarnos y hacernos desviar del
camino. Por eso esta suplica, va mucho mas allá de pedir superar el deseo de
pecar o las tentaciones, es suplicar para que el Señor nos proteja de las
fuerzas enemigas que buscan destruir el plan de Dios para nosotros.
Yo les hago
una pregunta: ¿Están cansados de repetir el pecado, vez tras vez? ¿Harto que el
diablo los derrote y se sientan desesperanzados? ¿Les gustaría saber de que
manera vencer y obtener la victoria constante sobre el enemigo?
Construyendo el cerco de protección
Como primer paso para vencer al enemigo es
vestirnos con la armadura completa que Dios nos ha provisto, y que hemos visto
en el capitulo anterior.
Y también
debemos aprender a levantar un cerco de protección alrededor de nuestras vidas
y familias. Leemos en Job 1.10 que Job y su familia tenían un cerco de
protección, que impedía que el diablo los tocara, y todo lo que hacían era
bendecido. Claro que el secreto lo tenemos en los versículos 1, 5, 6. Job era
una persona temerosa de Dios, que oraba y ofrecía holocaustos y sacrificios a
Dios. ¿Será que este cerco fue solamente para Job?
Leamos que
dice el Sal 91.2: “Diré yo a Jehová:
esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré." Y
entonces, en el versículos 3 leemos "él
te librará del lazo del cazador, de la peste destructora”.
En los
siguientes versículos encontramos tres razones por las que nosotros podemos
orar reclamando la protección de Dios. Veámoslas:
“Porque
has puesto… al Altísimo por tu habitación” v9: ¿Cómo se hace de Dios
nuestra morada? El Sal 22.3 nos enseña que Dios habita en medio de las
alabanzas. Cuando nosotros alabamos y adoramos a Dios, comenzamos a habitar en
Su Presencia. Pablo también lo dijo en Ef 5.18-19 que debemos ser llenos del
Espíritu Santo, hablando entre nosotros con salmos, himnos y canticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en nuestros corazones. Para resumir,
podemos decir que cuando cantamos, Dios habita en las alabanzas, y entonces
nosotros moramos en Él. Y entonces, será nuestro refugio.
“Por
cuanto en mí (Dios) ha puesto su amor” v14: Nosotros amamos a Dios,
porque Él nos amó primero. Pero debemos demostrarlo dándole el primer lugar en
nuestras vidas. Si queremos que Dios nos proteja, nos rodee con un cerco de
protección, debemos mostrarle nuestro amor. Él nos pide: “Quédate velando
conmigo una hora”, pero nosotros le damos prioridad a nuestros propios asuntos.
Y cuando nos dimos cuenta, se paso el día y no hemos ni siquiera velado 5
minutos. Es tiempo de que demostremos nuestro amor e interés en Dios, dándole
la primera hora del día, y que luego tendremos todo el resto del día para
ocuparnos en nuestros asuntos, guiados y acompañados por Él. En la medida en
que le entreguemos nuestro amor y nos aferremos a Él con una confianza
inconmovible, Dios será nuestra protección.
“Por
cuanto ha conocido mi nombre” v14: Pr 18.10 nos dice que "Torre fuerte es el nombre
de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado". El nombre de
nuestro Señor no sólo significa quién es, sino lo que Él quiere ser en nuestra
vida. Recordemos lo que hemos visto en el capitulo sobre “Santificado sea tu
nombre”. Conozcamos a Dios por su nombre, y dejémosle a Él ser esta torre
fuerte e invencible en nuestras vidas, y que tanto necesitamos.
Para resumir,
si queremos que Dios sea nuestro refugio y fortaleza, debemos hacer del Señor
nuestra habitación, cantándole alabanzas y adorándole. Demostrémosle nuestro
amor buscándolo en primer lugar, sobre todo lo demás. Y conozcamos su nombre,
quien es y quien quiere ser en nosotros.
Recordemos
nuevamente el cerco de protección que Job tenía, era sobre él, sobre su familia
y sobre sus cosas. Esto es lo que Dios puede, y quiere, hacer con nosotros.
Un bosquejo de oración
1.
Póngase toda la armadura de
Dios.
1.1.
Ciña sus lomos con la verdad.
1.2.
La coraza de justicia.
1.3.
Los pies calzados con la
preparación del evangelio de la paz.
1.4.
El escudo de la fe.
1.5.
El yelmo de salvación.
1.6.
La espada del Espíritu, que es
la Palabra de Dios.
1.7.
Orando siempre en el Espíritu.
2.
Construya un cerco de
protección.
2.1.
Declare: "Él es mi refugio
y fortaleza: mi Dios; en él confiaré."
2.2.
Porque hemos hecho del Señor
nuestra habitación.
2.3.
Porque le hemos dado nuestro
amor.
2.4.
Porque hemos conocido su
nombre.
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