Muy bien
soldados, hemos llegado a la parte de la oración donde veremos como
enfrentarnos al enemigo. Hasta ahora hemos realizado alabanzas y peticiones a
Dios, y hemos pedido perdón y perdonado. Podríamos pensar que hasta acá
llegaría una oración. Hemos cumplido con todo. ¿O no? Jesús siguió orando, "No
nos metas en tentación, mas líbranos del mal."
En este capítulo
vamos a estar viendo la primera declaración y en el próximo la protección sobre
el mal.
Cuando Jesús
nos indica que digamos "no nos dejes caer en tentación", nos está
diciendo que pidamos a Dios, que las fuerzas que escapan a nuestro control no
nos pongan en aprietos. Nos está ordenando que velemos y oremos para no caer en
tentación por nuestro propio descuido o desobediencia.
Sabemos que
Dios no tienta a nadie porque Él mismo no puede ser tentado (Stg 1.13).
Entonces, ¿de donde proviene la tentación? La Biblia nos enseña que nuestro
enemigo, el diablo, anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 P 5.8).
Y que somos tentados de acuerdo a
nuestras concupiscencias (Stg 1.14).
Para poder
entender de que manera Dios ha provisto para que no caigamos en tentación,
vamos a estudiar brevemente el pasaje de Ef 6.10-18
"Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su
fuerza." Para poder afrontar este conflicto, necesitamos poder. Y este
proviene de Dios, de la comunión con El.
"Vestíos de toda la armadura de Dios."
Debemos ponernos la armadura que Dios nos provee de forma completa, sin omitir
ningún elemento.
"Para que podáis estar firmes” La
armadura nos ha sido dada para resistir. Mantener una actitud firme al
enfrentarnos al enemigo.
"Contra las asechanzas del diablo."
Debemos resistir los engaños, las mentiras y las estratagemas del enemigo, de
nuestro adversario, el diablo. Que ataca a veces de forma sutil, pero
peligrosa.
"Porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes." Esto nos tiene que quedar bien claro, no peleamos
contra personas u organizaciones. Sino contra las fuerzas espirituales de
maldad. Contra gobernantes de las tinieblas. Por eso nuestras armas tienen que
ser espirituales y no carnales (2 Co 10.4-5).
"Por tanto, tomad toda la armadura de Dios,
para que podáis resistir en el día malo" Para poder resistir en el día
de la tentación, debemos ponernos toda la armadura de Dios, De nada sirven las
estrategias humanas para resistir. Y, como no sabemos cuando la tentación puede
atacar, debemos estar siempre preparados.
"Y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes." Permanecer firme se repite una y otra vez,
porque esta batalla, la debemos enfrentar con el propósito de vencer.
"Ceñidos vuestros lomos con la verdad."
Se le denomina lomos a la parte del cuerpo que está entre las costillas y la
cadera. La prenda de protección que cubría los lomos del soldado romano era la
parte primera y más necesaria de su armadura. No sólo servía para conservar la
armadura en su lugar, sino para sostener la espada.
Nuestros
lomos deben ser cubiertos con la verdad; como creyentes, debemos estar saturados
de la verdad de Dios. Debemos saber quiénes somos en Dios, y quién es Dios en nosotros.
Y luego actuando según esa verdad, en lugar de actuar según sus emociones.
"Y vestidos con la coraza de justicia."
La coraza se usaba sobre el pecho y protegía el corazón y los pulmones. Zonas
vitales del cuerpo. Nuestra coraza es la justificación de Dios por medio del
sacrificio de Jesús. Esta coraza es la que cuida nuestro corazón de los
ataques.
"Y calzados los pies con el apresto del
evangelio de la paz." En la batalla es de suma importancia poder estar
bien parados, estables. Sin trastabillar ni tambalear. Poder dar pasos con
firmeza. Para esto son las sandalias. El evangelio nos da firmeza a nuestra
vida. En la Palabra encontramos dirección para nuestras vidas. Debemos caminar
en la voluntad de Dios
"tomad el escudo de la fe." El
escudo era una parte de la armadura que se cargaba sobre el brazo para proteger
y cubrir el cuerpo en su totalidad durante la batalla.
La fe nos
presta el mismo servicio que el escudo. Nos protege contra los dardos del
enemigo. Si creemos en Dios y confiamos en Su Palabra, el enemigo no podrá
dañarnos.
"Y tomad el yelmo de la salvación."
El yelmo se usaba para proteger la cabeza. El yelmo de la salvación protege nuestras
mentes y pensamientos. Debemos pedir y recibir la mente de Cristo, la cual nos
ha sido dada a todos los creyentes.
"Y la espada del Espíritu, que es la palabra
de Dios." La espada es un arma ofensiva con una hoja de filo adosada a
una empuñadura.
La palabra de
Dios es el arma entregada al cristiano para poder ahuyentar al enemigo. Por eso
es sumamente importante que leamos la Biblia y que la memoricemos para que
pueda ser usada en el momento de las
tentaciones, en el momento en que seamos atacados por el enemigo.
"Orando en todo tiempo con toda oración y
súplica en el Espíritu." La última y poderosa pieza de la armadura de
Dios es la oración en el Espíritu. Orar en y con el Espíritu. Hasta puede ser
en otras lenguas. Esta es la única manera de poder orar sin cesar, cuando
oramos en nuestro espíritu. La mente tiene limitaciones, pero el Espíritu sabe
orar como conviene Ro 8.26.
"Velando en ello" Se refiere al
cuidado que debemos tener para no descuidar la oración, tan esencial para
alcanzar la victoria en conflictos espirituales.
"Con toda perseverancia y súplica por todos
los santos." No solo debemos orar por nosotros sino por todo el
batallón, por todo el ejército. El éxito de uno es el éxito de todos.
¿Cuál es la
otra cara de la enseñanza? Que si no oramos, si no nos ponemos la armadura
completa de Dios, no podemos resistir los dardos del maligno. ¡No podremos
mantenernos en pie!
Este pasaje
de Efesios no fue escrito simplemente como una bella metáfora. Fue escrito para
que lo obedezcamos y lo apliquemos todos los días de nuestra vida.
¿Pero cómo podemos
colocarnos una armadura que no puede ver, tocar o percibir? Por fe. Nos ponemos
la armadura al creer y confesar las promesas de Dios. Cada día deberíamos orar
para colocarnos la armadura completa de Dios.
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