martes, 10 de marzo de 2015

Carácter y comunicación

Leer y escribir son formas de comunicarse. También lo son hablar y escuchar. En realidad, éstos son los cuatro tipos básicos de comunicación.
Pensa en las horas que dedicas a por lo menos alguna de esas cuatro cosas. Hacerlas bien es absolutamente esencial para la efectividad.
La aptitud para la comunicación es la más importante de la vida. Dedicamos a la comunicación la mayor parte de nuestras horas de vigilia. Pero consideremos esto: pasamos años aprendiendo a leer y escribir, años aprendiendo a hablar. ¿Y a escuchar? ¿Qué adiestramiento o educación nos permite escuchar de tal modo que comprendamos real y profundamente a otro ser humano en los términos de su propio marco de referencia individual?
Son relativamente pocas las personas que han tenido algún adiestramiento en la escucha. Y por lo general ese adiestramiento se basa en la ética o técnica de la personalidad, y no en una base de carácter y relaciones absolutamente vitales para la comprensión auténtica de otra persona.
Si vos queres interactuar efectivamente conmigo, influir en mí —supongamos que, soy su cónyuge, su hijo o su hija, su vecino, su jefe, su colaborador, su amigo— lo primero que necesitas es comprenderme. Y para hacerlo no basta la técnica. Si yo siento que estás empleando alguna técnica, percibo duplicidad, manipulación. Me pregunto por qué lo haces, cuáles son tus motivos. Y no me siento lo bastante seguro como para abrirme.
La clave real de su influencia en mí es tu ejemplo, tu conducta real. Tu ejemplo fluye naturalmente de tu carácter o del tipo de persona que verdaderamente sos, y no de lo que los otros dicen que sos o de lo que queres que yo piense que sos. Se pone de manifiesto en el modo en que yo realmente experimento la relación.
Tu carácter está constantemente irradiando, comunicando. A partir de él, a largo plazo, llego a confiar en vos, o a desconfiar instintivamente de tu persona y de los esfuerzos que realizas conmigo.
Si tus estados de ánimo son volubles, si sos alternativamente mordaz y amable, y, sobre todo, si tus actos privados no concuerdan con tu conducta pública, para mí será muy difícil abrirme a vos. Entonces, por mucho que desee e incluso necesite recibir tu amor e influencia, no me sentiré lo bastante seguro como para sacar a la luz mis opiniones, mis experiencias y mis sentimientos más íntimos. No podré saber qué sucederá.
Pero si no me abro a vos, si no me comprendes, si no comprendes mi situación y mis propios sentimientos, tampoco sabrás cómo aconsejarme. Lo que decís es perfecto, pero no tiene nada que ver conmigo.
Podrás decir que te preocupas por mí y que me aprecias. Yo querré creerlo desesperadamente. Pero, ¿cómo podrías apreciarme si ni siquiera me comprendes? Sólo tengo tus declaraciones, y no puedo confiar en palabras.
Estoy demasiado irritado y a la defensiva (tal vez me sienta demasiado culpable o tenga demasiado miedo) como para que se pueda influir sobre mí, aunque por dentro sepa que necesito lo que podrían decirme.

A menos que vos te veas influido por mi singularidad, yo no voy a verme influido por tu consejo. De modo que si queres ser realmente efectivo en el hábito de la comunicación interpersonal, la técnica no habrá de bastarte. Tenes que desarrollar esa capacidad para la escucha empática, basada en el carácter, que suscita apertura y confianza. Y tenes también que crear la cuenta bancaria emocional que genera un comercio entre los corazones.

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