Leer y escribir son formas de comunicarse. También lo son
hablar y escuchar. En realidad, éstos son los cuatro tipos básicos de
comunicación.
Pensa en las horas que dedicas a por lo menos alguna de
esas cuatro cosas. Hacerlas bien es absolutamente esencial para la efectividad.
La aptitud para la comunicación es la más importante de
la vida. Dedicamos a la comunicación la mayor parte de nuestras horas de
vigilia. Pero consideremos esto: pasamos años aprendiendo a leer y escribir,
años aprendiendo a hablar. ¿Y a escuchar? ¿Qué adiestramiento o educación nos
permite escuchar de tal modo que comprendamos real y profundamente a otro ser
humano en los términos de su propio marco de referencia individual?
Son relativamente pocas las personas que han tenido algún
adiestramiento en la escucha. Y por lo general ese adiestramiento se basa en la
ética o técnica de la personalidad, y no en una base de carácter y relaciones
absolutamente vitales para la comprensión auténtica de otra persona.
Si vos queres interactuar efectivamente conmigo, influir
en mí —supongamos que, soy su cónyuge, su hijo o su hija, su vecino, su jefe,
su colaborador, su amigo— lo primero que necesitas es comprenderme. Y para
hacerlo no basta la técnica. Si yo siento que estás empleando alguna técnica,
percibo duplicidad, manipulación. Me pregunto por qué lo haces, cuáles son tus
motivos. Y no me siento lo bastante seguro como para abrirme.
La clave real de su influencia en mí es tu ejemplo, tu
conducta real. Tu ejemplo fluye naturalmente de tu carácter o del tipo de
persona que verdaderamente sos, y no de lo que los otros dicen que sos o de lo
que queres que yo piense que sos. Se pone de manifiesto en el modo en que yo realmente
experimento la relación.
Tu carácter está constantemente irradiando, comunicando.
A partir de él, a largo plazo, llego a confiar en vos, o a desconfiar
instintivamente de tu persona y de los esfuerzos que realizas conmigo.
Si tus estados de ánimo son volubles, si sos
alternativamente mordaz y amable, y, sobre todo, si tus actos privados no
concuerdan con tu conducta pública, para mí será muy difícil abrirme a vos.
Entonces, por mucho que desee e incluso necesite recibir tu amor e influencia,
no me sentiré lo bastante seguro como para sacar a la luz mis opiniones, mis
experiencias y mis sentimientos más íntimos. No podré saber qué sucederá.
Pero si no me abro a vos, si no me comprendes, si no
comprendes mi situación y mis propios sentimientos, tampoco sabrás cómo
aconsejarme. Lo que decís es perfecto, pero no tiene nada que ver conmigo.
Podrás decir que te preocupas por mí y que me aprecias.
Yo querré creerlo desesperadamente. Pero, ¿cómo podrías apreciarme si ni
siquiera me comprendes? Sólo tengo tus declaraciones, y no puedo confiar en
palabras.
Estoy demasiado irritado y a la defensiva (tal vez me
sienta demasiado culpable o tenga demasiado miedo) como para que se pueda
influir sobre mí, aunque por dentro sepa que necesito lo que podrían decirme.
A menos que vos te veas influido por mi singularidad, yo
no voy a verme influido por tu consejo. De modo que si queres ser realmente
efectivo en el hábito de la comunicación interpersonal, la técnica no habrá de
bastarte. Tenes que desarrollar esa capacidad para la escucha empática, basada
en el carácter, que suscita apertura y confianza. Y tenes también que crear la
cuenta bancaria emocional que genera un comercio entre los corazones.
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