viernes, 30 de marzo de 2012

Misión Esperanza: Perdonando al deudor


En el capitulo anterior vimos la necesidad de pedir perdón en nuestras oraciones. Dejar que el Espíritu Santo nos indique pecados y deudas, para confesarlas a Dios y recibir el perdón.
Pero el versículo del Padrenuestro que estamos estudiando dice “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Para Dios es tan importante que le pidamos perdón, como que perdonemos. Y de tal manera esto es así, que Él condicionó nuestro perdón, a la forma en que perdonemos a los demás. Por lo tanto, en este capítulo vamos a ver la importancia de perdonar a otros y como nos afecta.

Cuando alguien nos ofende, por lo general seguimos los siguientes pasos:
Enojo: La primera reacción es enojarnos. “¿Quién se cree que es para hablarme así?” “Señor castígalo”. Incluso lo disfrazamos diciendo que estamos heridos, asombrados, o algo similar para no reconocer nuestro enojo con el ofensor. Pero debemos entender, que a veces Dios permite que nos ofendan para madurar y crecer. Pero nosotros no pensamos en eso, sino que seguimos hacia el siguiente paso.
Alimentación: Le damos de comer a la ofensa, la cuidamos, la dejamos instalarse en todo nuestro cerebro y desde ahí gobernarnos. Y nosotros se lo permitimos, recordándola.
Repetir la escena: El siguiente paso es el de repetir la escena para no olvidarnos ningún detalle, en cámara lenta, y hasta le vamos sacando todo lo que no nos gusta, la vamos modificando para vernos mejor y ver la ofensa más grave y terrible.
Pero llega un momento en que queremos olvidarnos, dejarla pasar o seguir con otra cosa, pero ya se ha instalado, se ha adueñado de nosotros y de nuestro comportamiento. Para eso debemos buscar la solución:
Dispersarla: Entregándosela a Dios. Humillándonos ante Dios, pidiendo perdón por el rencor, buscando su perdón y amor.

Pero ¿Por qué es tan importante pedir perdón? Primero debemos reconocer que estamos en proceso de llegar a ser como Dios, a la plenitud de un varón perfecto. (Ef 4.13). En este proceso de maduración, debemos aprender a perdonarnos unos a otros porque las relaciones con otros afectan nuestra relación con Dios (Mr 11.25-26. 1 Jn 2.10-11; 3.10). Por lo que podemos decir que aprender a perdonar es un aspecto esencial del crecimiento.
Claro que la base para poder perdonar a otros es que nosotros mismos hayamos sido perdonados. El perdón es una llave importante hacia la libertad espiritual, la victoria y el gozo.
En Mt 18.21-22 Jesús nos enseña sobre cuántas veces debemos perdonar. ¿7? ¿490? No, debemos perdonar tantas veces como seamos ofendidos. Claro que nos parece asombroso, hasta exagerado, pero debemos pensar y ver que esa es la norma por la cual Él esta dispuesto a perdonarnos a nosotros.
Luego de esta enseñanza, Jesús les narra una parábola (Mt 18.23-35). Que nos cuenta la historia de un hombre que le debía al rey algo así como 10 millones de dólares. Y el rey se lo perdonó porque suplicó. De la misma manera, Dios nos perdona la deuda tan grande, imposible de pagar, a través del sacrificio y la sangre derramada de Jesús. Pero este hombre tenía un amigo que le debía lo que hoy serian 20 dólares, y no quiso perdonarlo, sino que lo entregó a la cárcel. Cuando el rey se enteró, ¿que pasó? Condenó al hombre a los verdugos hasta que pagara la deuda. ¿Qué nos enseña esta parábola? Que si no perdonamos, Dios nos entregará al tormento, hasta que decidamos perdonar.

No solo basta con perdonar cuando nos ofenden, sino que es recomendable mantener una actitud correcta hacia los demás. ¿Cómo es posible mantener una actitud correcta hacia los demás siempre, si hay personas que andan rondando como buitres esperando que cometamos una falta? La palabra que se traduce "enemigo" en el Antiguo Testamento, en hebreo significa "observador", uno que está atento para criticar. Siempre hay personas esperando señalar nuestras faltas, esperando que fracasemos. ¿Cómo mantener una actitud correcta?
La clave de esta actitud correcta es la preparación. No debemos dejar pendiente la decisión de cómo vamos a reaccionar con aquellos que nos ofenden, hasta que nos encontremos con una situación así. Todas las mañanas, antes de salir de la casa, podemos decidir responder con amor y perdón a aquellos que nos ofendan. Que no vamos a permitir que el rencor nos robe la paz y el gozo. Esta simple decisión diaria puede evitarnos muchos dolores de cabeza.

Cuando perdonamos, liberamos en las manos de Dios a la persona que nos ha ofendido. Soltamos la ofensa y al ofensor, renunciando al derecho de herir y lastimar a la persona que nos ha herido, en otras palabras declinando el derecho de vengarnos. Entonces estamos preparados para ver a Dios obrar. Por un lado dándonos paz, guardando nuestros pensamientos (Fil 4.7-8) y también haciendo justicia.

Bosquejo de oración
1.       Pida a Dios que lo perdone.
1.1.    Resuelva sus pecados. Pídale al Espíritu Santo que le muestre las esferas de su vida en las que no agrada a Dios.
1.2.    Confiese su pecado. Póngase de acuerdo con Dios y diga lo que él dice respecto de su pecado. Pídale que lo ayude a odiar sus pecados con un odio absoluto, y que le ayude a liberarse de su dominio.
2.       Perdone tantas veces como desea ser perdonado.
2.1.    Medite respecto de la enorme deuda de pecado que Dios le ha perdonado.
2.2.    De manera consciente y obrando en su voluntad, perdone a aquellos que han pecado contra usted, y entréguelos a Dios. Ore por aquellos que lo han ofendido.
3.       Determine en su voluntad perdonar a cualquiera que lo ofenda durante este día.
3.1.    Hágase el propósito de devolver bien por mal por el poder del Espíritu Santo.
3.2.    Formule esta declaración de fe: "Amaré a mis enemigos. Bendeciré a quienes me maldigan y haré bien a quienes me odian. Oraré por los que me ultrajan y por los que me persiguen" (Mt 5.44).
Ore pidiendo experimentar en mayor medida el fruto del Espíritu en su vida: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gá 5.22- 23). 

viernes, 23 de marzo de 2012

Misión Esperanza: Perdona nuestras deudas


En este capítulo estaremos hablando sobre un tema muy importante, pero a veces, que no se habla mucho. Sobre el perdón de pecados. Generalmente cuando pensamos en pedir perdón, pensamos en los inconversos, en aquellos pecadores que no conocen a Dios y que si necesitan volverse a Dios para ser perdonados. Pero nosotros, que ya somos sus hijos, nos conformamos con simplemente decirle “te pido perdón por mis pecados” así, de forma general, pensando que esa formulita nos salva de pensar en todas las ofensas que cometemos contra Dios diariamente.
Claro que cuando nos convertimos, pedimos perdón por todos los pecados cometidos antes de conocer a Cristo, y su sangre nos limpia de toda maldad.
Ahora que ya ha pasado tiempo desde que nos convertimos, pensamos que no es tan necesario pedir perdón, porque ya hay muchas cosas que dejamos de hacer, sobre todo en los pecados visibles.
Pero Jesús nos enseñó que debemos orar pidiendo perdón por nuestras deudas; así que debemos orar pidiendo perdón por nuestros pecados. La Biblia nos enseña que “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad” 1 Jn 1.9
La palabra confesar significa declarar lo que hemos hecho, contárselo a Dios, y también decir lo mismo que Dios dice, en otras palabras, si Dios dice que eso está mal, entonces nosotros confesamos que eso está mal.
¿Cuándo debemos pedir perdón? ¿Una vez al día, a la noche antes de dormir? Yo creo que en el momento en que Dios nos muestra y nos damos cuenta que hemos pecado y fallado delante de Dios, ese es el instante preciso para orar pidiendo perdón. Claro que en nuestra oración diaria, de la cual venimos hablando en esto capítulos tenemos que pedir perdón, que Dios examine nuestras vidas, nuestros corazones, y nos muestre aun las faltas que cometimos sin darnos cuentas o engañándonos a nosotros mismos. Mientras agradecemos por el sacrificio de Jesús en la cruz, mientras pensamos en la sangre derramada a nuestro favor, dejemos que el Espíritu Santo inspeccione nuestro corazón, nuestras intenciones y nos muestre por lo que debemos confesar y pedir perdón.
Pero la palabra deuda abarca más que solo los pecados. Una deuda es una obligación que se tiene con otra persona. Por lo que pregunto, ¿Cuánto le debemos a Dios? ¿Cuántas obligaciones no cumplimos y estamos en deuda con Dios? No solamente es lo malo que podemos llegar a cometer. Y ya he hablado de los pecados visibles, existen también los pecados invisibles, de los cuales es más difícil deshacernos porque muchas veces nos engañamos a nosotros mismos pensando que no es malo o tan malo como algo visible. Por ejemplo, pensamos que es peor asesinar a alguien que odiarlo, cuando Jesús enseño que son igual de malos (Mt 5.21-22). Lo mismo podríamos decir de la fornicación y/o adulterio y el desear la mujer ajena (Mt 5.27-28). Para Dios ambos pecados, el visible y el invisible son iguales, pero nosotros somos los que los catalogamos como peores o menos malos. La Biblia nos enseña que nosotros debemos renovar constantemente nuestra mente, nuestros pensamientos quitando la amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia y milicia, revistiéndonos de la mente de Cristo y del nuevo hombre (Ef 4.17-32)
También la Biblia menciona que no hacer lo bueno que uno sabe que debe hacer es considerado pecado o una falta ante Dios (Stg 4.17). Así que no nos sirve de nada aislarnos y no hacer lo malo, sino que activamente debemos hacer el bien. Debemos ser proactivos en ayudar, en amar, en servir a los demás. Porque esto es lo que Dios nos pide, que seamos como El, que hace salir el sol sobre justos e injustos. Que no da según la apariencia o la buena relación que tenga sino que el ama y por eso da, nosotros también debemos actuar de esta manera. En la Palabra hay muchas tareas que Jesús nos asignó y si no las cumplimos, estamos en deuda.
Para concluir quiero recordarles entonces, que cada día, al menos en nuestra oración diaria, debemos examinar nuestro corazón, dejar que el Espíritu Santo nos revele cuáles son nuestras deudas (lo malo hecho y lo bueno no realizado) y pidamos perdón a Dios.

Pero, no solo debemos pedir perdón a Dios, también debemos perdonar a quienes nos han ofendido, pero ese es el tema de nuestro próximo capítulo. Continuara...

jueves, 15 de marzo de 2012

Misión Esperanza: El pan diario


Sé que este capítulo es el que muchos estaban esperando. Ya que estudiaremos sobre como pedir, sobre nuestras necesidades y de qué manera orar, pidiendo lo que necesitamos o anhelamos.
Pero déjenme decirles que para poder pedir, es necesario antes que centremos nuestra atención en el reino de Dios. En Su Palabra leemos, que debemos buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (Mt 6.33) y lo demás será añadido. También vemos en el Padrenuestro que primero se nos enseña a decir: venga tu reino, antes de danos el pan diario. Del mismo modo, en el Sal 37.4-5 que nos deleitemos en el Señor y el nos concederá los anhelos de nuestro corazón. En resumen podemos decir, que mientras más busquemos al Señor, cumplir su voluntad y establecer su reino; más Dios se ocupará de nuestras necesidades.
Además debemos entender que en cuanto a las posesiones materiales Dios tiene principios opuestos al mundo. Él dice, debemos dar para recibir, mientras que el mundo dice, amontona tanto como puedas.
Para que nuestra oración por nuestro pan diario tenga éxito, hay cuatro requerimientos básicos que son necesarios:
Estar de acuerdo con la voluntad de Dios
Esto implica cuatro cosas:
Comunión con Jesús. Para estar de acuerdo con la voluntad de Dios, es esencial que tengamos comunión diaria con Jesús a través de la Palabra y la oración. No basta tener una religión, sino una verdadera relación con Dios.
Comunión unos con otros. He 10.25 se nos ordena que no dejemos de congregarnos y He 13.17 nos manda a que estemos sujetos a nuestros pastores. Debemos estar en comunión (una buena relación con los hermanos y hermanas) con una iglesia local y sujetos a un pastor.
Hábitos de trabajo equilibrados y diligentes. En 1 Ts 4.11-12 Pablo nos dejó instrucciones con respecto a cómo debemos trabajar. Debemos ganar el sustento con nuestras labores para no pasar necesidad. Es nuestra obligación trabajar y ocuparnos de ganar el pan, no siendo ociosos. 2 Ts 3.10-12
Obediencia en las ofrendas. En Mal 3.10, Dios promete que si le entregamos nuestros diezmos, él abrirá las ventanas del cielo y derramará tanta bendición sobre nosotros que no podremos abarcarla. Reconocer a Dios como nuestro proveedor y devolverle con generosidad, ayuda a destruir la raíz de todo mal, que es el amor al dinero (1 Ti 6.10). Cuando le damos a Dios primero, en lugar de atesorar, estamos reconociendo que Dios es nuestro proveedor. Recuerde: no podemos pedir bendiciones de Dios si estamos violando este principio básico en cuanto a la prosperidad.
Para sintetizar podemos decir que todo se resume en rendir nuestra vida al señorío de Jesucristo.
Creer que es la voluntad de Dios prosperarnos
A veces tenemos tan inculcado que Dios solo oye a los humildes que pensamos que Dios no nos quiere prosperar. Y esto es así, porque confundimos humildad con pobreza. Pero vemos que Dios le dio grandes fortunas a Abraham (Gn 24.35), Isaac (Gn 26.1, 12-14). E incluso podemos leer acerca de las riquezas que tuvieron el rey David y Salomón.
Inclusive leemos que este último escribió, en Pr 10.22, la bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella.
También podemos leer en Dt 8.18 que Dios nos da el poder de hacer riquezas.
En el Nuevo Testamento encontramos en Lc 6.38 que si damos, se nos dará.
Y Pablo en Fil 4.19, nos recuerda que Dios suplirá para todo lo que nos falte conforme a sus riquezas.
¿De dónde habremos sacado que Dios quiere hijos pobres?
Por toda la Biblia se nos enseña acerca de la bendición de Dios y de las abundantes riquezas para nosotros.
Ser específico
Al orar por la provisión de Dios debemos formular peticiones específicas. No solamente oraciones vagas, sino las necesidades particulares. Jesús nos enseñó a orar por el pan nuestro de cada día. Seamos específicos al orar. Tenemos un ejemplo en la parábola de Lc 11.5-6. El amigo que llega a medianoche, a pedir tres panes. Pide específicamente parar una necesidad definida.
No nos olvidemos que también debemos hacer peticiones concretas por las necesidades de la casa de Dios, no solamente por las de nuestra propia casa.
Ser tenaz
Lc 18.1-8 es el ejemplo perfecto de este punto. La viuda y el juez injusto, que al final terminó concediéndole la petición por ser insistente y perseverante.
Seguro que habrá ocasiones en que Dios contestará a la primera oración. Pero habrá otros momentos en que deberemos interceder y pedir fervientemente, con tenacidad para alcanzar la victoria.
Debemos tener una persistencia tenaz y osada para recuperar lo que Satanás, nuestro adversario, nos ha robado.
Como ejemplo podemos ver el caso de Daniel en Dn 10.12-14. Desde el primer momento, Dios había mandado la respuesta, pero por el enemigo, tuvo que orar incansablemente veintiún días para conseguir ver la respuesta de Dios. ¿Qué hubiera pasado si hubiera dejado de orar? ¿Cuántas bendiciones nos habremos perdido por no ser constantes y tenaces en nuestra oración?
No se desanime ni se rinda, porque si baja los brazos no recibirá la respuesta que Dios ha preparado para usted.
Resumiendo, para apropiarnos de la provisión de Dios, el pan nuestro de cada día, debemos estar en comunión con Dios, creer que El quiere bendecirnos y prosperarnos, ser específicos y tenaces en la oración.

Bosquejo de oración
1.       Estar en la voluntad de Dios.
1.1.     Pídale al Espíritu Santo que le ayude a desarrollar una vida personal de oración, constante, diaria, y a pasar tiempo en la Palabra para tener comunión diaria con Jesús.
1.2.     Ore pidiendo al Señor que lo arraigue en su iglesia local, y haga de usted una parte activa y sana dentro de ese cuerpo.
1.3.     Examine sus hábitos de trabajo. ¿Es usted perezoso? ¿Es adicto al trabajo? Pida al Señor que le dé habilidad, eficacia, poder y equilibrio.
1.4.     Examine sus ofrendas. ¿Está obedeciendo al Señor, trayendo los diezmos y ofrendas a su casa? ¿O es usted codicioso, tacaño, o un mal administrador? ¿Paga usted sus cuentas y tiene reputación de ser una persona honesta que cumple con su palabra? Tómese un tiempo para orar sobre estos asuntos.
2.       Creer que es la voluntad de Dios prosperarlo.
2.1.     Aprenda de memoria pasajes tales como Lc 6.38 y Fil 4.19 para usarlos como declaraciones de fe cuando ore pidiendo por sus necesidades.
2.2.     Medite en la Palabra de Dios hasta que comprenda realmente y crea que es la voluntad de Dios bendecirlo.
3.       Ser específico.
3.1.     Presente diariamente necesidades específicas delante de Dios.
3.2.     Decida orar en lugar de preocuparse.
4.       Ser tenaz.
4.1.     Reconquiste el terreno perdido que el diablo le ha robado. El desánimo y la incredulidad le han impedido obtener respuesta a sus oraciones. Tome nuevamente esas peticiones y persevere hasta que obtenga la respuesta.
Alabe al Señor porque Él es Jehová-Jireh: El ve su necesidad con antelación y provee para ella.

jueves, 8 de marzo de 2012

Misión Esperanza: Venga tu reino


En este capítulo vamos a estar viendo un tema muy importante para nosotros. Las prioridades. A veces corremos detrás de las urgencias, viviendo en la tiranía de lo urgente, o hacemos lo primero que nos viene a la mano, pero en realidad debemos vivir según prioridades. Es por eso, que en el Padrenuestro, Jesús nos enseña a orar por nuestras prioridades al decir: Venga tu reino. Hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra.
Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros, y eso es lo que debemos pedir en oración. Venga tu reino. Hágase tu voluntad. Son dos expresiones en presente, dos afirmaciones y declaraciones que se deben hacer parte de nuestra vida. Muchas veces utilizamos oraciones con suplicas débiles, “Dios ayúdame”, pero es hora de declarar con valor Venga Tu Reino, Hágase tu voluntad. Afirmémonos en las promesas de Dios para nuestra vida, y no dejemos que los intentos de Satanás por destruirnos impidan que el propósito de Dios se cumpla en nosotros. Para esto debemos dejar que las prioridades de Dios se establezcan en nuestra vida. Jesús lo expreso claramente cuando dijo "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mt 6:33). Debemos dejar de preocuparnos por las cosas urgentes y que día a día nos producen ansiedad, y debemos considerar como absoluta prioridad la voluntad de Dios en nosotros. A medida que vayamos orando por esto y buscando la guía de Dios, Él empezará a reorganizar nuestras prioridades y nuestra vida. Iremos obteniendo una correcta administración del tiempo.
Hay cuatro aéreas por las cuales debemos orar para que el reino de Dios se establezca y se haga su voluntad.
Usted mismo
Debemos comenzar con nosotros. A menos que nosotros estemos bien con Dios, nuestra oración por los demás no tendrá ningún resultado. Stg 5.16 dice que “… la oración eficaz del justo puede mucho”.
Debemos orar que el reino de Dios (su justicia, gozo y paz) se establezcan en nuestra vida y que la voluntad de Dios se realice cada día por el poder de Espíritu Santo.
Invitemos a Jesús a tomar el trono de nuestro corazón, que reine en nuestra vida y que nos enseñe cada día a poder administrar correctamente cada aspecto de nuestra vida. Oremos por cada tema con el que deberemos enfrentarnos en el día.
Que el Espíritu Santo nos llene de su poder, de sabiduría y gracia para poder vivir cada día en Su voluntad.
Es una buena decisión orar y organizar la agenda para ese día con Dios, y que Su Espíritu nos guie en todo lo que vayamos a hacer.
Este primer paso, como dije, es sumamente importante, porque si Jesús no es el Señor en nuestra vida, sobre el resto de las aéreas tampoco lo será. Dejemos que El haga su voluntad en nuestras vidas.
Su familia
Así como hemos orado por nosotros, debemos orar por nuestra familia. Por cada miembro en particular (esposa, hijos, padres, hermanos). Declaremos que el reino de Dios venga sobre cada familiar y que Su voluntad sea hecha en ellos. Hagamos peticiones especificas sobre cada uno, e incluso no tomemos esto como una rutina, porque si Dios nos guía a orar un poco mas por determinada persona, seamos sensibles al Espíritu Santo de Dios que nos irá guiando y enseñando como orar. Que no sean solamente oraciones de formulas repetitivas.
Recordemos que nuestras familias, son nuestra mayor prioridad y deben tener precedencia en nuestras vidas. Ya que muchos, tratan de ganar el mundo para Dios, pero terminan perdiendo a su familia. Oremos para que en nuestras familias la voluntad de Dios sea hecha.
Su iglesia
Nuestra tercera prioridad o área por la cual debemos orar que el reino de Dios se establezca es nuestra iglesia. Debemos orar por:
Pastor. Debemos pedirle a Dios que lo unja, lo llene de Su espíritu, de los dones y que le de dirección. Que siempre tenga corazón de pastor para ayudar a las ovejas y sabiduría al estudiar la Palabra.
Los líderes. Debemos orar por ellos, uno a uno, dejando que el Espíritu Santo nos guie sobre que orar, a veces hasta nos mostrará necesidades especificas. Oremos por cada área de la iglesia, para que crezcan sanamente. Fidelidad. Oremos pidiendo que las personas de la iglesia sean fieles a sus familias, a la visión que Dios ha dado a su iglesia, a Jesús. Que produzcan frutos ganando almas e intercediendo por otros. Que sean fíeles en la entrega de sus diezmos y ofrendas, y que sirvan a Dios como él merece ser servido.
Cosecha. Oremos para que Dios envíe las personas que vayan a ser salvas. Que nos de las estrategias para hablar a los perdidos, a los distintos grupos dentro de la sociedad. Que el Señor ponga palabra justa en nuestra boca para tocar los corazones de los inconversos. Que el poder de Dios se revele para mostrar la verdad de Su palabra. Hay una promesa de parte de Dios para nosotros y se encuentra en Is 43:5-7. Apropiémonos de esta promesa y hagámosla nuestra.
Su país
La cuarta prioridad es nuestro país. Oremos para que nuestros gobernantes tengan sabiduría de Dios para tomar decisiones. Oremos siempre de manera específica nombrando alcaldes, gobernadores, presidentes, etc. Aún por nuestros líderes espirituales. Oremos por la paz del país, por un avivamiento espiritual nacional.
El Señor también nos ordena orar por la paz de Jerusalén (Salmo 122:6), de manera que debemos orar por el éxito de la nación de Israel.
Incluso Dios puede poner en nuestro corazón orar por otra nación del mundo. Permita que Dios amplíe los límites de su oración.

Tal vez, ahora nos preguntamos: ¿Cómo hago para orar solamente una hora por todo esto? Y eso que recién vamos en el segundo punto. Vemos que orar una hora no es tan difícil como parece, ¿cierto?
El problema era que no sabíamos que decir o por que orar, y a los diez minutos, con suerte, se nos acababan las palabras. Por eso Jesús nos dejo este bosquejo de oración para que lo sigamos.
Si en algún momento se le agota el tiempo para orar, y no ha podido terminar, puede interrumpir su oración y luego continuar desde donde dejo, en cualquier otra oportunidad que tenga durante el día. Que nuestra vida se vuelva una vida de oración.

El siguiente bosquejo es para anexarlo al de la semana pasada.

Haga una declaración de fe: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad" sobre las cuatro aéreas principales.
1.       Usted mismo
1.1.     Asegúrese de estar en buenas relaciones con Dios.
1.2.     Pídale a Jesús que ocupe el trono de su vida y gobierne en cada esfera.
1.3.     Permanezca delante del Señor hasta que el curso del día quede establecido, y el Espíritu de Dios esté activo dentro de usted.
1.4.     Que Dios ordene sus prioridades
2.       Su familia
2.1.     Su cónyuge
2.2.     Sus hijos
2.3.     Padres
2.4.     Hermanos
2.5.     Otros miembros de la familia
3.       Su iglesia
3.1.     Su pastor
3.2.     Los líderes de la iglesia
3.3.     La fidelidad en las personas
3.4.     La cosecha
4.       Su país
4.1.     Los líderes políticos de la ciudad, del estado, del país
4.2.     Los líderes espirituales
4.3.     El avivamiento

jueves, 1 de marzo de 2012

Misión Esperanza: Santificado sea tu Nombre


Soldado, pero mucho más que eso, hermano, que compartimos un mismo Padre, nuestro Padre en los cielos. Hoy vamos a continuar como el Padrenuestro puede ayudarnos en nuestra oración. Ya hemos visto que gracias al sacrificio de Jesús podemos acercarnos a Dios con confianza e intimidad. Y esa es una gran razón para alabarle y darle gracias.
Pero hay mucho más que Jesús, nuestro gran General, quiere enseñarnos acerca de esta arma que nos ha dado para vencer en este mundo caído, lleno de maldad y pecado.
En este capítulo vamos a estudiar: Santificado sea tu nombre.
Para los primeros cristianos, santificar el nombre, frecuentemente se entendía como dar la vida por la fe, sacrificarse, morir por lo que creía. Impresionante, ¿no? Santificamos el nombre de Dios con nuestra vida, con nuestra conducta y la forma en que nos comportamos. Y ante los ojos de los que no lo conocen, el nombre de Dios es santificado por nuestras acciones (Ro 2.24).
La primera palabra, SANTIFICADO, significa, apartado, dedicado. Esto quiere decir que en nosotros debe haber un deseo intenso de que el nombre de Dios sea exaltado, reconocido, adorado, magnificado.  Que Su nombre debe ser elevado, puesto aparte, en un lugar de privilegio, sobre todo.
Para santificar EL NOMBRE de nuestro Padre, debemos conocerlo y entenderlo.
A través de la Biblia encontramos que Dios se ha revelado en varias ocasiones con distintos nombres, o mejor dicho de su nombre, Jehová, acompañado de una palabra especifica según la situación o acontecimiento. Para poder comprender bien cómo vamos a santificar el nombre de Dios, debemos estudiar cada uno de estas revelaciones especiales.
JEHOVÁ: “YO SOY”, el que es auto existente. En su forma original es escrito JHWH. Así como se reveló Dios en la zarza a Moisés (Ex 3.13-15) de la misma manera, la presencia de Dios va a estar con nosotros, de forma personal e intima. Esto implica que Dios mismo va a actuar a favor nuestro y ayudarnos.
JEHOVÁ JIREH: El Señor proveerá (Gn 22.14). En primer lugar Dios nos proveyó de vida, al crearnos. Dios nos ha provisto también de salvación, a través de la sangre de Jesús, como ya hemos visto en el capitulo pasado. Y es evidente que Dios quiere suplir cada una de nuestras necesidades.
JEHOVÁ MEKADDESH: El Señor que santifica (Ex 31.13; Lv 20.8). Dios no solamente nos ha provisto salvación, también nos ha apartado para que seamos su pueblo. Él nos santifica. A través del Espíritu Santo, nos capacita para vivir una vida justa, santa en obediencia a Dios.
JEHOVÁ-NISSI: El Señor es mi bandera (Ex 17.15). La bandera o el estandarte son una señal de guerra, y referidos a Dios, son señal de salvación y liberación. Es un signo de victoria, cuando los enemigos eran derrotados, se elevaba bien alto la bandera de los vencedores. Esto representa lo que nos enseña Pablo, que somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amo. La victoria es nuestra. Dios es nuestra victoria.
JEHOVÁ-RAFA: El Señor sana (Ex 15.26).  Dios, a través del sacrificio de Jesucristo, ha provisto sanidad integral para nosotros. Nueva vida para nuestro espíritu muerto, sanidad de nuestras dolencias del alma, y curación de nuestro cuerpo. Si, en Dios podemos tener completa salud, espiritual, emocional y física. Y si por algún motivo, Dios no sanara nuestro cuerpo, tenemos la seguridad de obtener un nuevo cuerpo incorruptible en los cielos.
JEHOVÁ-ROHI: El Señor es mi pastor (Sal 23.1) Dios, nuestro buen pastor nos:
Protege de los enemigos.
Provee alimento, cariño, comprensión.
Dirige hacia aguas de reposo y lugares espaciosos.
Guía por el buen camino.
Cuida a las enfermas y/o lastimadas.
JEHOVÁ-SABAOT: El Señor de los Ejércitos (1 S 17.45). Dios el supremo comandante, el General de los ejércitos celestiales, la máxima autoridad en esta guerra espiritual. Ese es nuestro líder, nuestro Señor, nuestro Dios, quien nos da la fuerza y la estrategia para derrotar gigantes. ¿Quién puede resistirle?
JEHOVÁ-SHALOM: El Señor es paz (Jue 6.24). Dios ha provisto la paz, por medio de la sangre de Jesús, a nosotros que éramos enemigos suyos.  Y llena nuestras vidas de una paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz muy distinta a la que puede proveer el mundo.
JEHOVÁ-SHAMMAH: El Señor está presente (Ez 48.35). Dios nos ha prometido su presencia en nuestra vida. Jesús dijo que quien creyera en Él, el Padre y él harían morada en esa persona, también sabemos que somos templo del Espíritu Santo. Y contamos con la promesa hecha por Jesús de que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Dios es nuestro compañero, nuestro amigo inseparable que está con nosotros en cada momento y circunstancia. No estamos solos.
JEHOVÁ-TSIDKENU: El Señor nuestra justicia (Jer 23.5-6). Dios se dio a conocer como nuestra justicia. Esto se cumplió en Jesucristo, quien tomando nuestro lugar, pagó por nuestros pecados y nos ha declarado justos, no en virtud de nuestra justicia, sino de Jesús, que nos ha recubierto con Su justicia. Con este hecho, Dios ha decidido perdonar nuestros pecados y, a través de la sangre de Jesús, podemos acercarnos a Dios para pedir perdón. Y queda claro, además, que justificación no depende de nosotros ni de nuestras obras, sino que es solamente Jesucristo, él es nuestra justificación.

Estos nombres de Dios nos revelan parte del carácter de Dios, y también nos muestran cuales son los planes que Dios tiene para nosotros.

Ahora bien, todo esto que hemos visto vamos a aplicarlo a la oración. Como hemos visto en el capitulo pasado, el Padrenuestro comienza con una alabanza. Todo lo que hemos hablado en estos dos capítulos nos dan los motivos por los cuales debemos alabar, adorar y agradecer a Dios.
Les dejo un breve bosquejo para que lo vayamos usando en nuestras oraciones:

1.       Padre nuestro que estás en los cielos
1.1.    Piense por un momento en el sacrificio de Jesús, y en la sangre derramada. Alábelo por los beneficios obtenidos.
1.2.    Agradezca que gracias a ese sacrificio, puede llamar a Dios, Padre.
2.       Santificado sea tu nombre.
2.1.    Decida vivir una vida que santifique y honre el nombre de Dios.
2.2.    Alabe y agradezca a Dios porque Él es:
2.2.1. El gran YO SOY
2.2.2. JIREH, el que provee
2.2.3. MEKADDESH, el que santifica
2.2.4. RAFA, el que sana
2.2.5. NISSI, mi bandera
2.2.6. ROHI, mi pastor
2.2.7. SABAOT, mi máxima autoridad
2.2.8. SHALOM, mi paz
2.2.9. SHAMMAH, mi compañero
2.2.10.   TSIDKENU, mi justicia