Pensar en ganar/ganar es el hábito del liderazgo
interpersonal. Implica el ejercicio de las dotes humanas más singulares (la
autoconciencia, la imaginación, la conciencia moral y la voluntad
independiente) en nuestras relaciones con los demás. Supone aprendizaje
recíproco, influencia mutua, beneficios compartidos.
Para crear esos beneficios mutuos se necesita mucho
coraje y también consideración, en particular si interactuamos con personas
profundamente programadas con el paradigma gano/pierdes.
Por ello este hábito incluye principios de liderazgo
interpersonal. El liderazgo interpersonal efectivo requiere la visión, la
iniciativa proactiva y la seguridad, la guía, la sabiduría y el poder que
proviene de un liderazgo personal centrado en principios.
El principio de ganar/ganar es fundamental para el éxito
en todas nuestras interacciones, y abarca cinco dimensiones interdependientes
de la vida. Empieza con el carácter, y a través de las relaciones fluye en
acuerdos. Se cultiva en un ambiente en el que la estructura y los sistemas se
basan en ganar/ganar. Y supone un proceso; no podemos alcanzar fines
ganar/ganar con medios gano/pierdes o pierdo/ganas.
El siguiente diagrama muestra de qué modo se relacionan
entre sí esas cinco dimensiones.
Consideremos ahora, una a una y en orden, estas cinco
dimensiones.
Carácter
El carácter es la base del paradigma ganar/ganar, y todo
lo demás se erige sobre ese fundamento. Hay tres rasgos caracterológicos
esenciales para el paradigma ganar/ganar.
Integridad. Ya hemos definido la integridad como el valor
que nos atribuimos nosotros mismos. Los hábitos primero, segundo y tercero nos
ayudan a desarrollar y mantener la integridad. Cuando identificamos con
claridad nuestros valores, nos organizamos proactivamente y las acciones
cotidianas se ordenan en torno de esos valores; desarrollamos la autoconciencia
y la voluntad independiente al hacer y mantener promesas significativas, al
comprometernos y ser fieles a nuestros compromisos.
No hay modo de recurrir a un «gano» en nuestras vidas si
ni siquiera sabemos, en sentido profundo, en qué consiste (qué es lo que de
hecho está en armonía con nuestros valores más íntimos). Y si no podemos
comprometernos y mantener los compromisos con nosotros mismos y con otros,
nuestros compromisos carecerán de sentido. Nosotros lo sabemos; los otros lo
saben. Advierten la duplicidad y se ponen en guardia.
Falta una base de confianza, y ganar/ganar se convierte
en una técnica superficial e inefectiva. La integridad es la piedra angular de
la base.
Madurez. La madurez es el equilibrio entre el coraje y el
respeto. La madurez emocional es la capacidad para expresar los propios
sentimientos y convicciones combinada con el respeto por los pensamientos y sentimientos
de los demás.
Hrand Saxenian desarrolló este criterio mientras
realizaba su tesis doctoral a lo largo de una investigación histórica y de
campo que duró varios años. Más tarde, expuso la teoría en su integridad, con
razonamientos complementarios y sugerencias de aplicación, en un artículo de la
Harvard Business Review (enero-febrero de 1958). Aunque complementario e
incluso más evolucionado, el uso que propone Hrand de la palabra «madurez» es
distinto del «continuum de la madurez» perteneciente a los siete hábitos,
centrado, a su vez, en un proceso de crecimiento y desarrollo que va de la
dependencia a la interdependencia, pasando por la independencia.
Si examinamos muchos de los tests psicológicos,
utilizados para contratar personal, promoverlo y adiestrarlo, descubriremos que
su finalidad es evaluar ese tipo de madurez. Puede que se la denomine
equilibrio entre la fuerza del yo y la empatía, o entre la autoconfianza y el
respeto por los demás, o entre la preocupación por los otros y la preocupación
por la tarea, o «yo estoy bien, tú estás bien» en el idioma del análisis
transaccional, o 9.1, 1.9, 5.5, 9.9 en el lenguaje en clave gerencial, pero en
todos los casos la cualidad que se procura es el equilibrio de lo que yo llamo
coraje y consideración.
El respeto por esa cualidad penetra profundamente la
teoría de la interacción, la administración y el liderazgo. Constituye una
incorporación profunda del equilibrio P/CP. Mientras que el coraje puede
centrarse en conseguir el huevo de oro, la consideración tiene que ver con el
bienestar a largo plazo de las otras personas que están en juego. La tarea
básica de la administración es elevar el nivel y la calidad de vida de todos
los implicados.
Muchas personas piensan en términos dicotómicos de «esto
o lo otro». Creen que si uno es amable, no puede ser rudo. Pero ganar/ganar es
amable... y también rudo. Duplica en rudeza a gano/pierdes. Para recurrir a
ganar/ganar uno no sólo ha de ser amable; tiene que ser valiente. No sólo debe
experimentar empatía, sino también confianza en sí mismo. No ha de ser sólo
considerado y sensible, sino también valiente. Lograr ese equilibrio entre
coraje y consideración es la esencia de la madurez real y fundamental para el
ganar/ganar.
Si tengo una puntuación alta en coraje y baja en
consideración, ¿cómo pensaré? Pensaré en gano/pierdes.
Seré fuerte y egocéntrico. Tendré el valor de mis
convicciones, pero poca consideración con las convicciones de otros.
Para compensar mi falta de madurez interna y de fuerza
emocional puedo extraer fuerza de mi posición y mi poder, o de mis títulos, mi
edad, mis afiliaciones.
Si tengo una puntuación alta en consideración y baja en
coraje, pensaré en pierdo/ganas. Tendré tanta consideración por las
convicciones y deseos del otro, que me faltará coraje para expresar y
actualizar los míos propios.
Alto coraje y alta consideración son esenciales para el
paradigma ganar/ganar. El equilibrio es el signo de la madurez real. Si lo
tengo, puedo escuchar, comprender empáticamente, pero también afrontar las
cosas con coraje.
Mentalidad de abundancia. El tercer rasgo caracterológico
esencial para la filosofía ganar/ganar es la mentalidad de abundancia, el
paradigma de que en el mundo hay mucho para todos.
La mayor parte de las personas tienen profundamente
grabado en su interior el guion de lo que denomino «mentalidad de escasez». Ven
la vida como si hubiera pocas cosas, sólo una tarta. Y si alguien consigue un
trozo grande, necesariamente otro se quedará con menos. La mentalidad de escasez
es el paradigma de suma cero de la vida.
Las personas con mentalidad de escasez se sienten mal si
tienen que compartir reconocimiento y mérito, poder o beneficios, incluso
aunque sea con quienes les ayuden en la producción. También se sienten muy mal
ante los éxitos de otras personas, incluso, y especialmente cuando se trata de
miembros de su propia familia o de amigos íntimos, asociados o compañeros.
Cuando alguien recibe un reconocimiento especial, una ganancia inesperada,
tiene un éxito notable o alcanza una meta, casi les parece que se lo han
arrebatado a ellas.
Aunque se manifiesten felices por el éxito de los otros,
por dentro la envidia les corroe. Su sentido de la propia valía proviene de las
comparaciones, y el éxito de otro en alguna medida significa su propio fracaso.
Para el sistema de educación norteamericano, sólo una
cierta cantidad de estudiantes pueden ser «excelentes»; sólo una persona puede
ser el «número uno». «Ganar» simplemente significa «derrotar».
A menudo las personas con mentalidad de escasez albergan
la secreta esperanza de que los otros padezcan alguna desgracia, no, una
desgracia terrible, sino una desdicha aceptable que los «ponga en su lugar».
Siempre están comparando, siempre están compitiendo. Dedican sus energías a
lograr la posesión de cosas o de otras personas, para aumentar su sensación de
valía.
Pretenden que los otros sean como ellas quieren que sean.
A menudo aspiran a convertirlos en dobles de sí mismas, y se rodean de
individuos que sólo les dicen «sí», que no las desafiarán, que son más débiles
que ellas.
Para las personas con mentalidad de escasez es difícil
ser miembros de un equipo con miembros complementarios. Consideran las
diferencias como signos de insubordinación y deslealtad.
La mentalidad de abundancia, por otro lado, surge de una
profunda sensación interior de valía y seguridad personales. Se trata del
paradigma de que en el mundo hay lo bastante como para que nadie se quede sin
lo suyo. El resultado es que se comparten el prestigio, el reconocimiento, las
utilidades, la toma de decisiones. Se generan posibilidades, opciones,
alternativas y creatividad.
La mentalidad de abundancia toma la alegría, la
satisfacción y la realización de los hábitos primero, segundo y tercero que
conciernen al nivel personal, y las exterioriza, apreciando la singularidad, la
dirección desde el interior, la naturaleza proactiva de los otros. Reconoce las
posibilidades ilimitadas de crecimiento y desarrollo de la interacción
positiva, creando nuevas «terceras alternativas».
«Victoria pública» no significa victoria sobre otras
personas. Significa el éxito en la interacción efectiva que genera resultados
beneficiosos para todos los implicados. Victoria pública significa trabajo
conjunto, comunicación conjunta, lograr juntos que sucedan las cosas imposibles
de obtener mediante esfuerzos independientes y aislados. Y la victoria pública
tiene sus raíces en el paradigma de la mentalidad de abundancia.
Un carácter rico en integridad, madurez y mentalidad de
abundancia posee una autenticidad que va más allá de la técnica o de la falta
de técnica en las interacciones humanas.
Para ayudar a las personas del tipo gano/pierdes a
desarrollar un carácter de la clase ganar/ganar he descubierto que resulta útil
tomar contacto con algún modelo o mentor que realmente piense en ganar/ganar.
Cuando las personas están profundamente programadas con
la filosofía de gano/pierdes u otras, y regularmente están en conexión con
otros programados de modo análogo, no tienen muchas oportunidades de ver y
experimentar la filosofía de ganar/ganar en acción. De modo que recomiendo leer
libros que presenten modelos de ganar/ganar, como por ejemplo la inspiradora
biografía de Anuar el Sadat, y ver películas como Carros de fuego u obras de
teatro como la adaptación de Los miserables.
Pero recordemos que, si ahondamos con la suficiente
profundidad en nosotros mismos (más allá del guion, más allá de las actitudes y
conductas aprendidas), encontraremos que la ratificación real del principio
ganar/ganar (y de todos los principios correctos) está en nuestras propias
vidas.
Relaciones
Sobre la base del carácter, construimos y conservamos
relaciones del tipo ganar/ganar. La confianza, la cuenta bancaria emocional, es
la esencia de la filosofía ganar/ganar. Sin confianza, lo mejor a nuestro
alcance es la transacción; sin confianza, nos falta la credibilidad necesaria
para la comunicación y el aprendizaje abiertos, recíprocos, así como para la
creatividad real.
Pero si nuestra cuenta bancaria emocional es rica, la
credibilidad ya no representa un problema. Se han efectuado depósitos
suficientes, de modo que usted sabe y yo sé que nos respetamos profundamente.
Nos centramos en las cuestiones, y no en las personalidades o posiciones.
Como confiamos el uno en el otro, estamos abiertos a todo.
Ponemos nuestras cartas sobre la mesa.
Incluso aunque veamos las cosas de distinto modo, sé que
usted estará dispuesto a escuchar con respeto mientras yo le describo a la
joven, y usted sabe que voy a recibir con el mismo respeto la descripción que
me va a hacer de la anciana. Ambos nos comprometemos a tratar de comprender el
punto de vista del otro en profundidad, y a trabajar juntos en favor de la
tercera alternativa, de la solución sinérgica, que será una respuesta mejor
para los dos.
Una relación en la que las cuentas bancarias son ricas, y
ambas partes están profundamente comprometidas con el paradigma ganar/ganar, es
la catapulta ideal de una gran sinergia (sexto hábito). La relación no resta
realidad o importancia a los problemas; tampoco elimina las diferencias de
perspectiva. Pero sí elimina la energía negativa normalmente centrada en las
diferencias de personalidad y posición, y crea una energía positiva,
cooperativa, centrada en la comprensión plena de los problemas y en su
resolución recíprocamente beneficiosa.
Pero, ¿qué sucede si ese tipo de relación no existe? ¿Qué
hacer si uno tiene que elaborar un acuerdo con alguien que ni siquiera ha oído
hablar de ganar/ganar, y está profundamente programado con la filosofía del
gano/pierdes o de alguna de las otras?
Tratar con un gano/pierdes es la verdadera puesta a
prueba del ganar/ganar. No se llega a un ganar/ganar en cualquier
circunstancia. Es necesario abordar problemas profundos y diferencias
fundamentales. Pero la tarea se ve muy facilitada cuando ambas partes son
conscientes, se comprometen, y en la relación la cuenta bancaria emocional es
rica.
En el trato con una persona que viene de un paradigma
gano/pierdes, la relación sigue siendo la clave. El objetivo está en nuestro
círculo de influencia. Uno efectúa depósitos en la cuenta bancaria emocional
por medio de la cortesía, el respeto y el aprecio auténticos de la otra persona
y del otro punto de vista. Se confía más en el proceso de comunicación. Se
escucha más y con mayor profundidad. Uno se expresa a sí mismo con más coraje.
No se es reactivo. Ahondamos en nosotros mismos en busca de la fuerza de
carácter necesaria para ser proactivos. Persistimos, forjando la relación hasta
que la otra persona empieza a comprender que uno quiere auténticamente que la
solución represente una verdadera ganancia para ambas partes. El proceso mismo
constituye un enorme depósito en la cuenta bancaria emocional.
Y cuanto más fuerte es uno —cuanto más genuino es su
carácter, más alto el nivel de proactividad y más comprometido está realmente
con el paradigma ganar/ganar— mayor será la influencia sobre la otra persona.
Ésta es la puesta a prueba real del liderazgo
interpersonal. Va más allá del liderazgo transaccional, hasta el liderazgo
transformacional, que transforma tanto a los individuos implicados como su
relación.
Como ganar/ganar es un principio que se pone a prueba en
la vida, podemos hacer comprender a la mayor parte de las personas que ganarán
más de lo que quieren si procuran obtener lo que tanto ellos como nosotros
queremos. Pero algunas están tan profundamente atadas a la mentalidad
gano/pierdes, que ni siquiera quieren pensar en ganar/ganar. Recuérdese,
entonces, que siempre queda la opción del «no hay trato».
Ocasionalmente se puede elegir la forma inferior del
ganar/ganar: la transacción.
Es importante comprender que no todas las decisiones
tienen que ser del tipo ganar/ganar, incluso cuando la cuenta bancaria
emocional es abundante. También en este caso la clave es la relación. Si usted
y yo trabajamos juntos, por ejemplo, y usted viene y me dice: «Sé que
no le gustará esta decisión. No tengo tiempo para explicársela, y mucho menos
para convencerlo. Es probable que piense que es un error. Pero, ¿puedo contar
con su apoyo?».
Si la cuenta bancaria emocional que usted ha depositado
en mí tiene un saldo positivo, desde luego que tendrá mi apoyo. Confiaré en que
usted esté en lo cierto, y sea yo el equivocado. Trabajaré para que su decisión
dé resultado.
Ahora bien, si no hubiera cuenta bancaria emocional, y yo
fuera reactivo, sin duda no lo apoyaría. Podría prometer hacerlo en su
presencia, pero a sus espaldas no sería muy entusiasta. No realizaría el
esfuerzo necesario para lograr el éxito. «No funcionó», diría. « ¿Qué quiere
usted que haga ahora?»
Si reaccionara desmesuradamente, yo podría incluso
boicotear su decisión y hacer lo posible para que también otros lo hicieran. O
podría mostrarme «maliciosamente obediente», cumpliendo con exactitud lo que usted
me indicara, sin aceptar ninguna responsabilidad por los resultados.
Un acuerdo significa muy poco en la letra sin una base de
carácter y relación que lo sustente en espíritu.
De modo que tenemos que afrontar el paradigma ganar/ganar
desde el punto de vista de un auténtico deseo de esforzarnos por construir la
relación que lo haga posible.
Acuerdos
De las relaciones derivan los acuerdos que dan definición
y dirección a ganar/ganar. A veces se denominan acuerdos de ejecución o
acuerdos de asociación; el paradigma de la interacción productiva pasa de
vertical a horizontal, de una supervisión externa a la auto supervisión, de la
diferenciación de posiciones a la asociación en el éxito.
Los acuerdos ganar/ganar abarcan una amplia gama de
interacciones interdependientes.
En el acuerdo ganar/ganar, los cinco elementos siguientes
se hacen muy explícitos:
Resultados deseados (y no métodos). Identificar lo que
hay que hacer y cuándo.
Directrices. Especificar los parámetros (principios,
políticas, etc.) que enmarcan los resultados que se deben alcanzar.
Recursos. Identificar el apoyo humano, económico, técnico
u organizacional con el que se puede contar para que ayude a alcanzar los
resultados.
Rendición de cuentas. Establecer las normas de
rendimiento y el momento de la evaluación.
Consecuencias. Especificar lo bueno y lo malo que sucede
y sucederá, como resultado de la evaluación.
Estos cinco elementos otorgan a los acuerdos ganar/ganar
una vida propia. Al establecer en estas áreas, desde el principio, una
comprensión y acuerdo claros y recíprocos se crea un patrón para medir el
propio éxito.
La supervisión autoritaria tradicional es un paradigma
gano/ pierdes. Es también el resultado de una cuenta bancaria emocional al
descubierto. Si no tenemos confianza o una visión común de los resultados
deseados, tendemos a vigilar, controlar y dirigir. Ahí no hay confianza, y a
uno le parece que tiene que controlar a las personas.
Pero si la cuenta de confianza es abultada, ¿cuál es el
método? No obstaculizar. En la medida en que se posee un acuerdo inicial
ganar/ganar y sabemos exactamente lo que se espera, nuestro rol es ser fuente
de ayuda y recibir los informes «contables» de evaluación.
Para el espíritu humano es mucho más ennoblecedor
permitir que la gente se juzgue a sí misma, y no juzgarla. Y en una cultura
basada en la confianza alta, también es más exacto. En varios casos, las
personas saben en sus corazones, mejor que en los informes, cómo están yendo
las cosas. El discernimiento interior suele ser mucho más preciso que la
observación o la medición.
Acuerdos de desempeño ganar/ganar
Para crear acuerdos de desempeño ganar/ganar se necesitan
cambios vitales de paradigma. El objetivo está en los resultados, no en los
métodos. La mayoría tendemos a supervisar los métodos. Empleamos la delegación
en recaderos examinada al tratar el tercer hábito. Pero los acuerdos
ganar/ganar se centran en los resultados, liberando un enorme potencial humano
individual y creando mayor sinergia, generando CP en el proceso, en lugar de
centrarse exclusivamente en la P.
Con la rendición de cuentas ganar/ganar, cada persona se
evalúa a sí misma. Los juegos tradicionales de evaluación son torpes y
emocionalmente agotadores. En ganar/ganar, cada uno se evalúa a sí mismo, utilizando
los criterios que ha ayudado a establecer desde el principio. Y si uno los
estipula correctamente, la gente puede hacer eso. Con un acuerdo de delegación
ganar/ganar, incluso un niño de siete años puede decidir por sí mismo si está
conservando el jardín bien «verde y limpio».
El filósofo de la administración y consultor de empresas
Peter Drucker recomienda el empleo de una «carta al gerente» para captar la
esencia de los acuerdos de desempeño entre los gerentes y sus empleados. A continuación
de un examen profundo y completo de las expectativas, directrices y recursos
para asegurarse de que están en armonía con las metas organizacionales, el
empleado le escribe una carta al gerente que resume ese examen e indica cuándo
se realizará la próxima revisión o se formulará el nuevo plan de desempeño.
La elaboración de esos acuerdos de desempeño ganar/ganar
es la actividad central de la gerencia. Con un acuerdo establecido, los
empleados pueden desenvolverse dentro de su marco. El gerente puede actuar como
el coche que precede a los competidores hasta que empieza la carrera. Pone las
cosas en marcha y se aparta del camino. En adelante su tarea es limpiar las
manchas de aceite del as falto.
Cuando un jefe se convierte en el primer ayudante de cada
uno de sus subordinados, puede aumentar considerablemente el alcance de su
control. Ello permite eliminar niveles enteros de administración y supervisión.
En lugar de estar encargado de seis u ocho personas, un gerente de este tipo
puede tener a su cargo veinte, treinta, cincuenta personas, o más.
En los acuerdos de desempeño ganar/ganar, las
consecuencias pasan a ser el resultado lógico o natural del rendimiento, y no
una recompensa o castigo arbitrariamente discernidos por la persona encargada
del grupo.
Hay básicamente cuatro tipos de consecuencias
(recompensas y castigos) que los administradores o padres pueden controlar: las
económicas, las psíquicas, las de oportunidades y las de responsabilidad. Las consecuencias
económicas abarcan cosas tales como los ingresos, la opción de acciones, las
dietas o los castigos pecuniarios. Las consecuencias psíquicas o psicológicas
incluyen el reconocimiento, la aprobación, el respeto, la credibilidad, o la
pérdida de todas estas cosas. A menos que las personas no trasciendan el plano de
la mera supervivencia, la compensación psíquica suele ser más motivadora que la
compensación económica. Entre las oportunidades se cuentan la de recibir
adiestramiento, el desarrollo profesional y en la carrera, las gratificaciones
extraordinarias, y otros beneficios. La responsabilidad tiene que ver con la
esfera de acción y la autoridad, que pueden ampliarse o reducirse. Los acuerdos
ganar/ganar especifican consecuencias en una o más de esas áreas, y las
personas implicadas las conocen muy bien. De modo que no se juega. Todo está
claro desde el principio.
Además de esas consecuencias lógicas personales, es
también importante identificar claramente las consecuencias naturales
organizacionales. Por ejemplo, ¿qué sucederá si llego tarde al trabajo, si me
niego a cooperar con otros, si no desarrollo buenos acuerdos de desempeño
ganar/ganar con mis subordinados, si no estipulo la rendición de cuentas, o si
no promuevo su desarrollo profesional y el progreso en sus carreras?
Los acuerdos ganar/ganar son tremendamente liberadores.
Pero como producto de técnicas aisladas no se mantienen. Incluso aunque se
establezcan al principio, no hay modo de mantenerlos sin integridad personal y sin
una relación de confianza.
Un verdadero acuerdo ganar/ganar es producto del
paradigma, el carácter y las relaciones de los que surge. En ese contexto,
define y dirige la interacción interdependiente para la cual fue creado.
Sistemas
La filosofía ganar/ganar sólo puede sobrevivir en una
organización cuando los sistemas le brindan sustento.
Si uno habla en ganar/ganar pero recompensa en
gano/pierdes, tiene entre las manos un programa perdedor.
Básicamente, uno consigue lo que recompensa. Si queremos
lograr las metas y reflejar los valores del enunciado de la misión, el sistema
de recompensas debe ser congruente con tales metas y valores. Cuando falta esa
congruencia sistémica, diremos una cosa para hacer otra. Estaremos en la
situación del gerente antes mencionado que hablaba de cooperación pero
practicaba la competencia al crear una «carrera a las Bermudas».
La competencia tiene su lugar en el mercado o en la
comparación con los resultados del año anterior, tal vez incluso con otro
individuo u otra oficina, aun cuando no existe interdependencia o necesidad de
cooperar.
Pero la cooperación en el lugar de trabajo es tan importante
para la libre empresa como la competencia en el mercado. El espíritu de
ganar/ganar no puede sobrevivir en un medio de competencia y confrontación.
Para que el paradigma ganar/ganar dé resultado, los
sistemas tienen que brindarle sustento. El sistema de adiestramiento, el
sistema de planificación, el sistema de comunicaciones, el sistema
presupuestario, el sistema informativo, el sistema de recompensas: todos tienen
que basarse en el principio del ganar/ganar.
Muy a menudo el problema reside en el sistema, no en la
gente. Si se sitúa a buenas personas en malos sistemas, los resultados serán
malos. Uno tiene que regar las flores que pretende que crezcan.
Cuando las personas aprenden realmente a pensar en
ganar/ganar, pueden establecer las condiciones que crean y refuerzan el método.
Pueden transformar las situaciones innecesariamente competitivas e influir enérgicamente
en su efectividad, fortaleciendo al mismo tiempo P y CP.
En los negocios, los ejecutivos pueden alinear sus
sistemas para crear grupos de personas altamente productivas que trabajen
juntas compitiendo con normas de rendimiento externas. En educación, los
maestros y profesores pueden aplicar sistemas de calificación basados en el
rendimiento individual en el contexto del acuerdo sobre los criterios, y
también alentar a los alumnos a cooperar de modo productivo para ayudarse recíprocamente
a aprender y alcanzar metas. En las familias, los padres pueden cambiar el
objetivo, pasando de la competencia entre los miembros a la cooperación. En
actividades tales como, por ejemplo, jugar a los bolos, se puede ir registrando
la puntuación de la familia, y en cada oportunidad tratar de superar el
rendimiento anterior. Se pueden estipular responsabilidades en el hogar con
acuerdos ganar/ganar que eliminen los sermones constantes y permitan que los
padres tengan que hacer las cosas que sólo ellos pueden hacer.
Un amigo compartió conmigo una historieta de dibujos
animados que él había visto. Se trataba de dos niños que hablaban entre sí:
«Si mamá no viene pronto a levantamos», decía uno de
ellos, «vamos a llegar tarde a la escuela». Esas palabras dirigieron con fuerza
su atención hacia el problema que se crea cuando las familias no están organizadas
sobre una base responsable ganar/ganar.
La filosofía de ganar/ganar hace recaer en el individuo
la responsabilidad de obtener resultados específicos en el marco de directrices
claras y de recursos disponibles. Cada persona tiene que ejecutar y evaluar los
resultados; las consecuencias aparecen como un resultado natural del
rendimiento. Y los sistemas ganar/ganar crean el ambiente que sustenta y
refuerza los acuerdos de desempeño ganar/ganar.
Procesos
No hay modo alguno de lograr fines ganar/ganar con medios
gano/pierdes o pierdo/ganas. Uno no puede decir: «Vas a pensar en términos de
ganar/ganar, te guste o no». De modo que se trata de llegar a una solución ganar/ganar.
Roger Fisher y William Ury, dos profesores de Derecho de
Harvard, han realizado un trabajo notable en lo que ellos denominan el enfoque
«de principios», en tanto opuesto al enfoque «posicional» de la negociación.
Véase en este sentido su libro, enormemente útil y
perspicaz, titulado Getting to Yes. Aunque estos autores no emplean las
palabras ganar/ganar, el espíritu y la filosofía subyacentes del libro están en
armonía con el enfoque ganar/ganar.
Ellos sostienen que la esencia de la negociación «de
principios» consiste en separar persona y problema, en centrarse en los
intereses y no en las posiciones, en idear opciones para la ganancia mutua, y
en insistir en criterios objetivos, alguna norma o principio externos que ambas
partes puedan compartir.
En mi propio trabajo con diversas personas y
organizaciones en busca de soluciones ganar/ganar, propongo que ellas
participen en el siguiente proceso en cuatro pasos:
Primero, contemplar el problema desde el otro punto de
vista. Procurar realmente comprender y dar expresión a las necesidades y
preocupaciones de la otra parte, mejor aún de lo que esta última pueda hacerlo.
Segundo, identificar las cuestiones clave implicadas (y
no los puntos de vista).
Tercero, determinar qué resultados constituirían una
solución totalmente aceptable.
Y cuarto, identificar nuevas opciones posibles para
alcanzar esos resultados.
Los hábitos quinto y sexto abordan directamente dos de
los elementos de este proceso, y en los dos capítulos siguientes vamos a
profundizar en su consideración.
Pero en este punto, permítaseme señalar la naturaleza
altamente interrelacionada de los procesos ganar/ganar con la esencia del
paradigma ganar/ganar en sí. Sólo se pueden alcanzar soluciones ganar/ganar con
procesos ganar/ganar: el fin y los medios son los mismos.
La filosofía ganar/ganar no es una técnica de
personalidad. Es un paradigma de la interacción total.
Proviene de un carácter íntegro y maduro, y de la
mentalidad de abundancia. Surge de relaciones en las que existe una alta
confianza. Se materializa en acuerdos que clarifican y administran
efectivamente tanto las expectativas como el éxito. Prospera en sistemas que le
brindan sustento. Y se realiza mediante procesos que ahora estamos preparados
para examinar más detalladamente al hablar de los hábitos quinto y sexto.