Paradigmas de interdependencia
No puede haber amistad sin confianza, ni confianza sin
integridad.
SAMUEL JOHNSON
.
Antes de pasar al área de las victorias públicas, debemos
recordar que la interdependencia efectiva sólo puede construirse sobre una base
de verdadera independencia. La victoria privada precede a la victoria pública.
El álgebra es anterior al cálculo.
Si recordamos y estudiamos el terreno para determinar
dónde hemos estado y dónde estamos ahora, en relación con el punto al que
queremos llegar, vemos con claridad que no hubiéramos podido arribar a nuestro lugar
actual sin seguir el camino que seguimos. No hay otras rutas, no hay atajos. No
hay modo de lanzarse en paracaídas. El panorama que tenemos por delante está
cubierto con los fragmentos de las relaciones rotas de las personas que lo
intentaron. Ellas pretendieron saltar hacia relaciones efectivas sin la madurez
y la fuerza de carácter necesarias para mantenerlas.
Y tampoco nosotros podemos hacerlo; tenemos que recorrer
la senda que nos corresponde. No se puede tener éxito con otras personas si no
se ha pagado el precio del éxito con uno mismo.
Uno puede tratar de lubricar sus interacciones sociales
con técnicas y habilidades de la personalidad, pero en el proceso puede que
mutile la base caracterológica vital. No se pueden recoger frutos cuando faltan
las raíces. Éste es el principio de la secuenciación: la victoria privada
precede a la victoria pública. El autodominio y la autodisciplina son los
cimientos de una buena relación con los otros.
Hay quienes dicen que uno tiene que gustarse a sí mismo
antes de poder gustar a los otros. Creo que esta idea tiene su razón de ser,
pero si uno mismo no se conoce, no se controla, no tiene dominio de sí, es muy difícil
que se guste, salvo por sugestión y de un modo breve y superficial.
El verdadero autorrespeto proviene del dominio de sí, de
la verdadera independencia. Y ése es el objetivo del primero, segundo y tercer
hábitos. La independencia es un logro. La interdependencia sólo está al alcance
de gente independiente. A menos que estemos dispuestos a conseguir una
independencia real, es inútil que tratemos de desarrollar habilidades para las
relaciones humanas. Podemos intentarlo, e incluso alcanzar algunos éxitos
cuando las cosas van bien. Pero en los tiempos difíciles (que sin duda
llegarán) nos faltarán bases para evitar la disgregación.
El ingrediente más importante de toda relación no es lo
que decimos o hacemos, sino lo que somos. Y si nuestras palabras y acciones
derivan de técnicas superficiales de relaciones humanas (la ética de la personalidad)
y no de nuestro núcleo interior (la ética del carácter), los otros sentirán esa
duplicidad.
Sencillamente, no podremos crear y sustentar la base
necesaria para la interdependencia efectiva.
Las técnicas y aptitudes que realmente representan una
diferencia en la interacción humana son las que fluyen casi de manera natural
de un carácter verdaderamente independiente. De modo que toda relación empieza
a construirse en nuestro interior, en nuestro círculo de influencia, en nuestro
propio carácter. Cuando nos volvemos independientes —proactivos, centrados en
principios correctos, impulsados por principios y capaces de organizamos y
realizar cosas con integridad en torno de las prioridades de nuestra vida—
podemos también elegir la interdependencia y construir relaciones ricas,
duraderas y altamente productivas con otras personas.
Al observar el terreno que tenemos por delante, vemos que
estamos ingresando en una dimensión completamente nueva. La interdependencia
nos abre mundos de posibilidades con asociaciones profundas, ricas,
significativas; con una productividad que aumenta geométricamente; con
servicio, contribución, aprendizaje y desarrollo. Pero es allí también donde se
experimentan el mayor dolor y la mayor frustración; allí están los más grandes
obstáculos del camino a la felicidad y el éxito. Y tenemos conciencia del dolor
porque es agudo.
Muchos sobrellevamos durante años el dolor crónico de
nuestra falta de visión, liderazgo o administración en nuestras vidas
personales. Nos sentimos vagamente incómodos y ocasionalmente tomamos medidas
para aliviar ese dolor, por lo menos por un tiempo. Como es crónico, nos
acostumbramos a él, aprendemos a vivir con él.
Pero cuando tenemos problemas en nuestras interacciones
con otras personas, se hace muy consciente un dolor agudo, y queremos que
desaparezca.
Entonces abordamos el síntoma con arreglos y técnicas
transitorios: los parches de la ética de la personalidad. No comprendernos que
el dolor agudo es un síntoma del problema crónico, más profundo.
Mientras no dejemos de tratar los síntomas, mientras no
empecemos a afrontar el problema, nuestros esfuerzos sólo producirán resultados
contraproducentes. Sólo lograremos ocultar aún más el dolor crónico.
Ahora bien, al abordar la interacción efectiva con los
otros, volvamos a nuestra definición anterior de la efectividad. Hemos dicho
que es el equilibrio P/CP, el concepto fundamental de la fábula de la gallina
de los huevos de oro.
En una situación interdependiente, los huevos de oro son
la efectividad, la maravillosa sinergia, los resultados creados por la
comunidad abierta y la interacción positiva con los otros. Y para conseguir
huevos con regularidad tenemos que cuidar a la gallina. Necesitamos crear y
cuidar las relaciones que hacen realidad esos resultados.
De modo que antes de descender de nuestra atalaya y
entrar en los hábitos cuarto, quinto y sexto, yo querría introducir lo que creo
que es una metáfora muy poderosa para la descripción de las relaciones y
definir el equilibrio P/CP en una realidad interdependiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario