En el tercer hábito abordamos muchas de las cuestiones
concernientes al campo de la administración de la vida y el tiempo. La esencia
del mejor pensamiento del área de la administración del tiempo puede captarse
en una única frase: Organizar y ejecutar según prioridades. Esa frase
representa la evolución de tres generaciones de la teoría de la administración
del tiempo, y el mejor modo de proceder en consonancia con ella constituye el
centro de una amplia variedad de enfoques y materiales.
La administración personal ha evolucionado siguiendo una
pauta similar a la de muchas otras áreas del esfuerzo humano.
Los más grandes impulsos de desarrollo (u «olas», según
los denomina Alvin Toffler) se siguen secuencialmente, y cada uno de ellos
añade una nueva dimensión vital. Por ejemplo, en el desarrollo social, después
de la revolución agrícola vino la revolución industrial, seguida a su turno por
la revolución informática.
Cada una de las olas sucesivas creó una ola de progreso
social y personal.
De modo análogo, en el área de la administración del
tiempo, cada generación toma como base la anterior, y nos acerca a un mayor
control de nuestra vida. La primera ola o generación podría caracterizarse por
las notas y listas de tareas, que tendían a proporcionar cierto reconocimiento
y totalidad a los múltiples requerimientos planteados a nuestro tiempo y
nuestra energía.
La segunda generación podría caracterizarse por agendas.
Esta ola refleja el intento de mirar hacia adelante, programar los
acontecimientos y actividades del futuro.
La tercera generación refleja el campo actual de la
administración del tiempo. Suma a las generaciones precedentes la idea esencial
de priorizar, de clarificar valores, de comparar la importancia relativa de las
actividades, sobre la base de su relación con esos valores. Además, se centra
en el establecimiento de metas, objetivos a largo, medio o corto plazo hacia
los cuales se orientarán el tiempo y la energía, en armonía con los valores. También
incluye el concepto de la planificación diaria, del plan específico para
alcanzar las metas y actividades a las que se atribuye mayor valía.
Si bien la tercera generación ha realizado una
contribución notable, ahora se ha empezado a comprender que la programación y
el control «eficientes» del tiempo a menudo resultan contraproducentes.
Centrarse en la eficiencia crea expectativas que no concuerdan con las
oportunidades de desarrollar relaciones ricas, satisfacer necesidades humanas y
disfrutar de momentos espontáneos día tras día.
Muchas personas se sienten asfixiadas por los programas y
los planificadores que las conducen a una situación excesivamente estipulada y
restringida, y «tiran al niño junto con el agua de lavado», volviendo a las
técnicas de la primera o la segunda generación para preservar las relaciones,
la espontaneidad y la calidad de vida.
Pero está emergiendo una cuarta generación de tipo
diferente. Ésta reconoce que «administración del tiempo» es en realidad una
denominación poco feliz; el desafío no consiste en administrar el tiempo, sino
en administrarnos a nosotros mismos. La satisfacción depende tanto de la
expectativa como de la realización. Y la expectativa (y la satisfacción) reside
en nuestro círculo de influencia.
En lugar de centrarse en las cosas y el tiempo, las
expectativas de la cuarta generación se centran en preservar y realzar las
relaciones y en alcanzar resultados: en síntesis, en mantener el equilibrio
P/CP.
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