Principios de administración personal
Lo que importa más nunca debe estar a merced de lo que
importa menos.
GOETHE
¿Podes tomarte un momento y redactar una breve respuesta
para cada una de las dos preguntas siguientes? Esas respuestas te resultarán
importantes cuando empieces a trabajar con el tercer hábito.
Pregunta 1: ¿Qué puede hacer usted, que no esté haciendo
ahora y que, si lo hiciera regularmente, representaría una tremenda diferencia
positiva en su vida personal?
Pregunta 2: ¿Qué produciría resultados similares en su
vida profesional o en su empresa?
Volveremos a estas respuestas más adelante. Pero
comencemos por situar el tercer hábito en perspectiva.
El tercer hábito es el fruto personal, la realización
práctica del primero y el segundo.
El primer hábito dice: «Tú eres el creador. Tú estás a
cargo de todo». Se basa en los cuatro privilegios humanos de la imaginación, la
conciencia moral, la voluntad independiente y, en particular, la
autoconciencia.
Nos permite decir: «Éste es un programa deficiente que yo
recibí en mi infancia procedente de mi espejo social. No me gusta ese guion
inefectivo. Puedo cambiar».
El segundo hábito es la creación primera o mental. Se
basa en la imaginación (la capacidad para visualizar, para ver lo potencial,
para crear con nuestras mentes lo que en el presente no podemos ver con
nuestros ojos) y en la conciencia moral (que es la capacidad para detectar
nuestra propia singularidad y las directrices personales, morales y éticas que
nos permiten llevarla felizmente a cabo). Supone el contacto profundo con
nuestros paradigmas y valores básicos, y la visión de aquello en lo que podemos
convertirnos.
El tercer hábito es la segunda creación, la creación
física. Es la realización, la actualización, la aparición natural del primero y
el segundo hábito. Es el ejercicio de la voluntad independiente que pasa a ser
centrado en principios. Es la puesta en práctica incesante, momento a momento.
El primero y segundo hábitos son absolutamente esenciales
y prerrequisitos del tercero. Uno no puede pasar a centrarse en principios sin
tomar primero conciencia de su propia naturaleza proactiva, y desarrollarla.
No se puede pasar a los principios sin tomar primero
conciencia de los propios paradigmas y sin comprender cómo hay que cambiarlos y
alinearlos con los principios. No se puede pasar a los principios sin una
visión de la contribución singular que a uno le corresponde realizar, y sin
ponerla en el centro de todo.
Pero con esos cimientos se puede pasar ya a los
principios, de modo incesante, momento a momento, viviendo el tercer hábito:
practicando una autoadministración efectiva.
Recuérdese que la administración es claramente distinta
del liderazgo. El liderazgo es primordialmente una actividad que absorbe su
energía del cerebro derecho. Tiene mucho de arte y se basa en una filosofía.
Cuando se afrontan problemas de liderazgo, tiene que plantearse los
interrogantes últimos de la vida.
Pero una vez abordados esos problemas, después
de haberlos resuelto, tiene que administrarse con efectividad para crear una
vida congruente con sus respuestas. Si uno no está en la «selva correcta», la
capacidad para administrarse bien no supondrá una gran diferencia. Pero si uno
está en la selva correcta, la diferencia será radical. De hecho, la capacidad
para administrar bien determina la calidad e incluso la existencia de la
segunda creación. La administración es la fragmentación, el análisis, la
secuencia, la aplicación específica, el aspecto cerebral izquierdo, ligado al
tiempo, del autogobierno efectivo. La máxima de la efectividad personal es la
siguiente: Administra desde la izquierda; lidera desde la derecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario