Realizando con seriedad esta experiencia de
visualización, se llega a alcanzar por un momento algunos de los valores más
profundos y fundamentales. Se ha establecido un contacto breve con el sistema
de guía interior que se encuentra en el corazón de su círculo de influencia.
Consideremos las palabras siguientes de Joseph Addison:
Cuando contemplo las tumbas de los grandes, desaparece de
mí cualquier tipo de envidia; cuando leo los epitafios de las mujeres hermosas,
desaparece todo deseo encendido; cuando veo el pesar de los padres ante la
lápida de un hijo, mi corazón se llena de compasión; ante las tumbas de esos
mismos padres, pienso en la vanidad de sufrir por seres a los que pronto
habremos de seguir; cuando veo a reyes yaciendo junto a quienes los
destronaron, cuando considero a espíritus ingeniosos rivales colocados lado a
lado, o al santo que dividió el mundo con sus protestas y disputas, reflexiono
con tristeza y asombro sobre las pequeñas luchas, enfrentamientos y conflictos
de la humanidad. Cuando leo las fechas de las tumbas, de alguien que murió
ayer, y de otro que murió hace seiscientos años, pienso en el gran Día en el
que todos seremos contemporáneos y realizaremos juntos nuestra aparición.
Aunque el segundo hábito se aplica a muchas
circunstancias y niveles de vida diferentes, la aplicación fundamental de
«empezar con un fin en mente» consiste en empezar hoy con la imagen, el cuadro
o el paradigma de vida como marco de referencia o criterio para el examen de
todas las otras cosas. Cada parte de su vida (la conducta de hoy, la de mañana,
la de la semana que viene, la del mes que viene) puede examinarse en el
contexto del todo, de lo que realmente a usted le importa más. Teniendo
claramente presente ese fin, usted puede asegurarse de que lo que haga
cualquier día particular no viole los criterios que ha definido como de
importancia suprema, y que cada día contribuya de un modo significativo a la
visión que usted tiene de su vida como un todo.
Empezar con un fin en mente significa comenzar con una
clara comprensión de su destino. Significa saber adónde se está yendo, de modo
que se pueda comprender mejor dónde se está, y dar siempre los pasos adecuados
en la dirección correcta.
Resulta increíblemente fácil caer en la trampa de la
actividad, en el ajetreo de la vida, trabajar cada vez más para trepar por la
escalera del éxito, y descubrir finalmente que está apoyada en la pared
equivocada. Es posible estar atareado —muy atareado— sin ser muy efectivo.
A menudo las personas se encuentran logrando victorias
vacías, éxitos conseguidos a expensas de cosas que súbitamente se comprende que
son mucho más valiosas. Personas pertenecientes a todos los trabajos (médicos,
académicos, actores, políticos, ejecutivos, atletas y fontaneros) a menudo
luchan por lograr ingresos más altos, más reconocimiento o un cierto grado de
competencia profesional, sólo para descubrir que su ansiedad por alcanzar la
meta les ha privado de cosas que realmente importan y que ya han quedado fuera
de sus posibilidades.
Cuan distintas son nuestras vidas cuando sabemos qué es
lo verdaderamente importante para nosotros, y, manteniendo ese cuadro en mente,
actuamos cada día para ser y hacer lo que en realidad nos interesa. Si la
escalera no está apoyada en la pared correcta, cada paso que demos no hará más
que acercarnos antes al lugar erróneo. Podemos estar muy atareados, podemos ser
muy eficientes, pero sólo seremos también verdaderamente efectivos cuando
empecemos con un fin en mente.
Si se considera con cuidado lo que se quiere que digan de
uno en la experiencia del funeral, se encontrará la definición personal del
éxito. Tal vez sea muy diferente de la definición que usted creía comprender.
Es posible que la fama, el éxito, el dinero o algunas de las otras cosas por
las que luchamos ni siquiera formen parte de la pared correcta.
Cuando uno empieza con un fin en mente, alcanza una
perspectiva distinta. Al morir un amigo común, un hombre le preguntó a otro: «
¿Cuánto dejó?». La respuesta fue: « ¡Lo dejó todo!».
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