Si las actividades del cuadrante II constituyen
claramente el corazón de la administración personal efectiva —lo «primero» que
debemos poner primero—, entonces, ¿cómo organizamos y ejecutamos en función de
ello?
La primera generación de la administración del tiempo ni
siquiera reconoce el concepto de prioridad. Nos presenta notas y listas de
tareas que podemos ir tachando, con lo cual experimentamos una sensación
temporal de éxito, pero los ítems de esas listas no tienen asignadas
prioridades. Además, no existe ninguna correlación entre la lista y nuestros
valores y propósitos finales en la vida. Simplemente respondemos a lo que llega
a nuestra conciencia y aparentemente es necesario que se haga.
Muchas personas administran con este paradigma de primera
generación. Es el curso de menor resistencia. En él no hay angustia ni tensión;
resulta divertido «seguir la corriente». La disciplina y la distribución del
tiempo impuesta externamente dejan en las personas la impresión de que ellas no
son responsables de los resultados.
Pero los administradores de la primera generación, por
definición, no son efectivos. Producen muy poco, y su estilo de vida no genera
en absoluto capacidad de producción. Azotados por fuerzas externas, a menudo se
les considera poco fiables e irresponsables; tienen muy poca sensación de
control y autoestima.
Los administradores de la segunda generación asumen un
poco más de control. Distribuyen su tiempo planificándolo con anticipación, y
por lo general se les considera más responsables, porque llegan cuando se
supone que deben hacerlo.
Pero también en este caso las actividades programadas no
prestan ninguna atención a las prioridades ni reconocen ninguna correlación con
los valores más profundos y las metas. Presentan pocos logros significativos y
sólo tienden a la distribución en el tiempo.
Los administradores de tercera generación dan un
significativo paso adelante. Clarifican sus valores y establecen metas.
Planifican día tras día y establecen prioridades.
Como he dicho, ahí es donde está hoy en día la mayor
parte de la administración del tiempo. Pero esta tercera generación presenta
algunas limitaciones críticas. Primero, limita la visión: la planificación
diaria a menudo omite cosas importantes que sólo pueden verse con una
perspectiva más amplia. La expresión misma «planificación diaria» se centra en
lo urgente: el «ahora». Si bien el establecimiento de prioridades de tercera
generación ordena la actividad, no empieza por cuestionar la importancia
esencial de dicha actividad, no sitúa la actividad en el contexto de los
principios, la misión personal, los roles y las metas. La planificación diaria
de tercera generación conducida por valores da prioridad básicamente a los
problemas y las crisis del día de los cuadrantes I y III.
Además, la tercera generación no toma ninguna medida para
la administración de los diversos roles de modo equilibrado. Le falta realismo,
crea la tendencia a planificar el día en exceso, de lo que se deriva la
frustración y el deseo ocasional de tirar el plan a la basura y escapar al
cuadrante IV. Y su eficiencia, el centrarse en la administración del tiempo,
tiende a crear tensión en las relaciones, más que a establecerlas.
Si bien las tres generaciones han contribuido con algún
tipo de herramienta de administración, ninguna ha producido una herramienta que
permita vivir centrándose en principios, con un estilo de cuadrante II. Los
anotadores de la primera generación y las listas de tareas sólo nos
proporcionan un lugar para dejar asentadas las cosas que llegan a nuestra
conciencia, con el objeto de no olvidarlas. Las agendas de la segunda
generación sólo proporcionan un lugar para registrar nuestros compromisos
futuros, de modo que podamos estar donde acordamos, y en el momento apropiado.
Incluso la tercera generación, con su amplia gama de
planificadores y materiales, se centra primordialmente en ayudar a dar
prioridad y planificar las actividades de los cuadrantes I y III. Aunque muchos
adiestradores y consultores reconocen el valor de las actividades del cuadrante
II, las herramientas reales de planeamiento de la tercera generación no
facilitan su organización y ejecución.
Como cada generación se construye sobre las que la han
precedido, los puntos fuertes y algunas de las herramientas de cada una de las
primeras tres generaciones proporcionan material elemental para la cuarta.
Pero existe la necesidad adicional de una nueva
dimensión, del paradigma y la ejecución que nos permitirán introducirnos en el
cuadrante II, pasar a centrarnos en principios y arreglárnoslas para hacer lo
que es verdaderamente más importante.
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