Volviendo una vez más a la metáfora informática, si el
primer hábito dice «Tú eres el programador» y el segundo hábito «Formula el
programa», lo que propugna el tercer hábito es «Vive el programa». Y vivirlo
está primordialmente en función de nuestra voluntad independiente, nuestra
autodisciplina, nuestra integridad y nuestro compromiso, no al servicio de
metas y horarios a corto plazo ni del impulso del momento, sino de principios
correctos y de nuestros valores más profundos, de lo que da sentido y contexto
a nuestras metas, a nuestros horarios y a nuestras vidas.
A medida que se avanza en la semana, habrá sin duda
momentos en que nuestra integridad tendrá que, situarse en primer lugar. La
tendencia a reaccionar satisfaciendo prioridades urgentes pero no importantes
de otras personas en la zona del cuadrante III, o el placer de escapar al
cuadrante IV, amenazará con ponerse por delante de las actividades importantes
del cuadrante II que uno ha planificado. Nuestra concentración en principios, nuestra
autoconciencia y la conciencia moral pueden proporcionar un alto grado de
seguridad intrínseca, guía y sabiduría para usar la voluntad independiente y
mantener la integridad respecto de lo verdaderamente importante.
Pero como uno no es omnisciente, no siempre puede saber
de antemano qué será lo verdaderamente importante. Por más cuidado que ponga en
organizar la semana, habrá momentos en los que, como persona centrada en
principios, tendrá que subordinar sus horarios programados a un valor superior.
Si uno se centra en principios, puede hacerlo con una sensación interior de
paz.
No se puede pensar en términos de eficiencia cuando se
trata de personas. Se piensa en términos de efectividad con la gente y de
eficiencia con las cosas. He tratado de ser «eficiente» con personas
desagradables e impertinentes, y no da resultado. He hecho la prueba de
destinar diez minutos de «tiempo de buena calidad» a un niño o un empleado para
resolver un problema, y he descubierto que esa «eficiencia» crea nuevos problemas
y pocas veces resuelve las preocupaciones más profundas.
He visto a menudo a muchos progenitores, en particular
madres de niños pequeños, frustrados en su deseo de hacer muchas cosas, porque
el tiempo se les va en satisfacer las necesidades de los chicos durante todo el
día. Recordemos que la frustración está en función de nuestras expectativas, y
que nuestras expectativas son a menudo un reflejo en el espejo social, más que
nuestros propios valores y prioridades.
Pero si uno tiene profundamente internalizado el segundo
hábito en el corazón y en la mente, serán esos valores los que nos guíen. Se
puede subordinar con integridad la agenda a los valores. Se puede adaptar, se
puede ser flexible. Uno no debe sentirse culpable cuando no cumple con la programación
horaria o cuando hay que cambiarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario