En un principio, sólo se puede obtener tiempo para el
cuadrante II en los cuadrantes III y IV. No se pueden ignorar las actividades
urgentes e importantes del cuadrante I, aunque éste se reducirá cada vez más a
medida que se dedique más tiempo a la prevención y preparación en el cuadrante
II. Pero el tiempo inicial para este cuadrante tiene que provenir de los
cuadrantes III y IV.
Para trabajar con el cuadrante II hay que ser proactivo,
porque los cuadrantes I y III trabajan sobre uno.
Para decirles «sí» a las prioridades importantes del
cuadrante II, hay que aprender a decirles «no» a otras actividades, algunas de
ellas en apariencia urgentes.
Es preciso decidir cuáles son las prioridades más altas,
y tener el valor de decir «No» a otras cosas, con buena educación, sonriendo, y
sin dar excusas. Y para hacerlo hay que tener un «Sí» más grande ardiendo
adentro. A menudo «lo bueno» es enemigo de «lo mejor».
Tengamos presente que uno siempre le está diciendo «No» a
algo. Si no lo dice a lo aparente y urgente, probablemente se lo esté diciendo
a cosas más fundamentales y altamente importantes. Incluso cuando lo urgente es
bueno, lo bueno, si lo permitimos, puede estar apartándonos de lo que para
nosotros es lo mejor, de nuestra contribución singular.
Cotidianamente decimos «Sí» o «No» a ciertas cosas, por
lo general muchas veces al día. Un centro de principios correctos y un objetivo
en nuestra misión personal nos otorgan sabiduría para emitir juicios con
efectividad en esos casos.
La esencia de la administración efectiva del tiempo y la
vida consiste en organizar y ejecutar prioridades equilibradas.
Formulemos esta pregunta: en el caso de que les falle una
de estas tres áreas, ¿cuál sería: (1) la ineptitud para establecer prioridades,
(2) la incapacidad o falta de deseo de organizar esas prioridades, o (3) la
falta de disciplina para la ejecución, para atenerse a las prioridades y la
organización?
La mayor parte de las personas dicen que lo que
principalmente les falta es disciplina. Pensándolo con más profundidad, creo
que ése no es el caso. El problema básico consiste en que las prioridades no
han arraigado en sus corazones y sus mentes. No han internalizado
verdaderamente el segundo hábito.
Muchas personas reconocen el valor que tienen en sus
vidas las actividades del cuadrante II, ya las identifiquen como tales o no. E
intentan dar prioridad a esas actividades e integrarlas en sus vidas
recurriendo sólo a la autodisciplina. Pero sin un centro de principios y un
enunciado de la misión personal, carecen de los cimientos necesarios para
sostener sus esfuerzos. Están trabajando sobre las hojas, sobre las actitudes y
las conductas de la disciplina, sin siquiera pensar en examinar las raíces, los
paradigmas básicos de los que fluyen sus actitudes y conductas naturales.
Concentrarse en el cuadrante II es un paradigma que surge
de un centro de principios. Si uno está centrado en el cónyuge, en el dinero,
en los amigos, en el placer, o en cualquier otro factor extrínseco,
continuamente se verá devuelto a los cuadrantes I y III, reaccionando a esas
fuerzas exteriores en las que está centrada su vida. Incluso cuando se centre
en sí mismo, terminará reaccionando al impulso del momento, en los cuadrantes I
y III. La voluntad independiente no puede, por sí sola, disciplinarnos
efectivamente en oposición a nuestro centro.
Una máxima de los arquitectos dice que «la forma sigue a
la función». De modo análogo, la administración sigue al liderazgo. El modo en
que uno pasa el tiempo es la consecuencia del modo en que uno ve su propio
tiempo y sus propias prioridades. Si nuestras prioridades surgen de un centro
de principios y de una misión personal, si están profundamente arraigadas en
nuestro corazón y nuestra mente, el cuadrante II aparecerá como un lugar
natural y estimulante para invertir el tiempo.
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