Otro modo excelente de tomar más conciencia de nuestro
propio grado de proactividad consiste en examinar en qué invertimos nuestro
tiempo y nuestra energía. Cada uno de nosotros tiene una amplia gama de preocupaciones:
la salud, los hijos, los problemas del trabajo, la deuda pública, la guerra
nuclear... Podemos separarlas de las cosas con las que no tenemos ningún
compromiso mental o emocional, creando un «círculo de preocupación».
Cuando
revisamos las cosas que están dentro de nuestro círculo de preocupación resulta
evidente que sobre algunas de ellas no tenemos ningún control real, y, con
respecto a otras, podemos hacer algo. Podemos identificar las preocupaciones de
este último grupo circunscribiéndolas dentro de un «círculo de influencia» más
pequeño.
Determinando cuál de estos dos círculos es el centro
alrededor del cual gira la mayor parte de nuestro tiempo y energía, podemos
descubrir mucho sobre el grado de nuestra proactividad.
Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva: se amplía y aumenta, lo cual conduce a la ampliación del círculo de influencia.
Las personas proactivas centran sus esfuerzos en el círculo de influencia. Se dedican a las cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva: se amplía y aumenta, lo cual conduce a la ampliación del círculo de influencia.
Por otra parte, las personas reactivas centran sus
esfuerzos en el círculo de preocupación. Su foco se sitúa en los defectos de
otras personas, en los problemas del medio y en circunstancias sobre las que no
tienen ningún control. De ello resultan sentimientos de culpa y acusaciones, un
lenguaje reactivo y sentimientos intensificados de aguda impotencia. La energía
negativa generada por ese foco, combinada con la desatención de las áreas en
las que se puede hacer algo, determina que su círculo de influencia se encoja.
Cuando trabajamos en nuestro círculo de preocupación
otorgados a cosas que están en su interior el poder de controlarnos. No estamos
tomando la iniciativa proactiva necesaria para efectuar el cambio positivo.
En virtud de su posición, su riqueza, su rol o sus relaciones, en algunas circunstancias el círculo de influencia de una persona es más grande que su círculo de preocupación.
En virtud de su posición, su riqueza, su rol o sus relaciones, en algunas circunstancias el círculo de influencia de una persona es más grande que su círculo de preocupación.
Esta situación refleja una miopía emocional
autoinfligida, otro estilo de vida reactivo centrado en el círculo de
preocupación.
Aunque hayan tenido que priorizar el empleo de su influencia, las personas proactivas tienen un círculo de preocupación que es por lo menos tan grande como su círculo de influencia, y aceptan la responsabilidad de usar esa influencia con responsabilidad.
Aunque hayan tenido que priorizar el empleo de su influencia, las personas proactivas tienen un círculo de preocupación que es por lo menos tan grande como su círculo de influencia, y aceptan la responsabilidad de usar esa influencia con responsabilidad.
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